sábado, 4 de diciembre de 2010

Chicago. Parte II.

Día 4. Sábado 27.
La Fundación de Arquitectura de Chicago organiza múltiples tours por la ciudad. Hoy he hecho uno con ellos, caminando por el centro. El incendio inmenso que hubo aquí en el siglo XIX, que devastó un tercio de toda la ciudad, y el hecho de que hubiera gente con mucho dinero y ganas de reconstruir la ciudad, hizo que los arquitectos se frotaran las manos de entusiasmo. Así fue como empezaron a replanificar la ciudad y reconstruirla, llenándola de rascacielos que han ido evolucionando en estilos y demás.


Nos hicieron un recorrido por algunos edificios significativos para la historia de la ciudad, y nos los explicaban por fuera y por dentro. Éste es uno de los que vimos por dentro.



El centro de la ciudad aquí se conoce como "the loop". Esto es así porque hay una serie de trenes que se juntan aquí y forman una especie de rectángulo en su recorrido. Son además peculiares porque recorren las calles por encima del nivel del suelo. Todo lo que queda dentro de la zona que abarcan estos trenes, están en "the loop".

También tienen una tienda que es una pasada de pijerías y libros y juegos relacionados, casi siempre, con la arquitectura, pero también de cosas chulas para la casa o para los niños. El problema siempre es el precio.


En una sala interior tienen una maqueta de toda la ciudad.







En otro tour por el sur de la ciudad, he aprendido algunas anécdotas interesantes, como que la universidad de Chicago es la que ha dado más Nobeles del mundo, más de 80, o dónde fue que se descubrió la reacción química que crearía la bomba atómica, lugar en el que se ha erigido una escultura que simboliza la mezcla de una nube de humo y una calavera.




Y otras menos interesantes.

Como es típico también cuando allí han tenido a alguien famoso viviendo, pues te cuentan todo lo relacionado con él o ella. En este caso, nos pasaron por la calle donde vivían los Obama, que está cerrada al tráfico, bloqueada con un coche de policía y vigilada, o nos contaron anécdotas como que su barbero de toda la vida se lo llevó a Washington, y que la barbería la han donado a un museo de la colección Smithsonian.




La casa es la que se ve al fondo.




La calle, bloqueada, al otro lado:




Pero que te cuenten dónde se dieron el primer beso, o dónde les gustaba ir a comer pizza, pues ya es pasarse. No tengo nada contra Obama, pero lo hicieron Dios en la tierra, cuando sencillamente es un político más, con labia, que llegó a presidente de su país siendo negro. Tiene mucho mérito, de acuerdo. Pero es una persona normal, ¿eh? Ya está bien.


En el Instituto de Arte de Chicago me he pasado tres horas casi sin pararme a ver nada con excesivo detenimiento, y me ha quedado mucho por ver o por ver mejor. Es enorme. Y una pasada. Hay cuadros de Picasso, Miró y Dalí, por mencionar a los españoles que he encontrado.


Aquí, uno de Miró (se sabe por qué lo he elegido a él, ¿no?).

Pero hay de todo y de todas partes. Como este Van Gogh:




Hay cuadros impresionistas, muchos, que me encantan; y de todas las épocas. También me chocó éste que representa a Dorian Gray.




Pero hay por supuesto mucho más aparte de pintura. Hay esculturas y secciones curiosas como una de textiles, o una de cuentos en las que la gente podía sentarse a leerlos:




O unas vidrieras muy chulas:



Hay una sección de fotografía y otra de vídeo, y en la de vídeo muestran la grabación de una escena de los años 70?? o por ahí, en que a una pareja le organizaban una fiesta sorpresa en el jardín de la casa y tenían que abrir los regalos que les hacían todos para la boda. Daba mucha risa por eso de que uno reconoce que así eran las cosas hace no tanto, y se nota cuánto ha cambiado todo desde entonces: la ropa, los peinados, pero también la cultura: cómo se organizaban las bodas, la forma de hacer regalos, los propios regalos... Algunos eran horrorosos: un cazo con una tapa que no encajaba, un cojín grandísimo y con un diseño horrendo... ¡Y tenían que dar las gracias y llevárselo a casa!


En el edificio Sears he podido contemplar las vistas de la ciudad de noche. Es el más alto del mundo, para ellos, aunque están contando la altura de las antenas que pusieron después, y eso en teoría no vale porque no forma parte del edificio en sí.





En cualquier caso, las vistas eran espectaculares. Nos suben hasta el piso 103. Era ya muy de noche, pero aún se pueden apreciar las imágenes.




Había unos balconcitos con el piso transparente sobre los que podías estar viendo la ciudad bajo tus pies, literalmente. Impresiona. Aquí abajo, los míos:



Éste es el balconcito de al lado del mío, para que veáis cómo son.


A la vuelta iba buscando algún sitio para cenar. He pasado por delante de un sitio que tenía las luces encendidas pero parecía estar cerrado porque no había nadie. He pensado que estarían limpiando o algo así. Eran casi las 8, y para ellos eso es tarde. He entrado, y sí estaba abierto, así que me he pedido un burrito. Hablando con la chica, que me iba preguntando qué ingredientes quería ponerle, ha sabido que era mi primera vez allí (¡claro!), así que han dicho que por eso me daban la cena gratis. J ¡Qué guay!

El burrito era tan gordo que no me lo he podido acabar. Se tenía en pie. No sé si se aprecia en la foto. Luego entraron más personas, menos mal, pero aquí se aprecia lo solitario del lugar.




En fin, éste sí ha sido un día aprovechado. Hoy hago ya las maletas. Mañana último día aquí. A ver qué me da tiempo a completar antes de irme.

Día 5. Domingo 28.
De entre las cosas que más me han llamado la atención aquí, está la gran cantidad de mendigos, o gente pidiendo limosna que he encontrado por las calles. Algo ya inusual en muchas ciudades porque lo prohíben. Aquí parece que no. A cada tres pasos que das, hay uno que se te acerca con un vaso de plástico en la mano pidiéndote unas monedas. ¡Con el frío que hace!

Hoy no ha sido tan fuerte el frío, pero aun así hay que ir bien abrigado. Se llevan mucho las orejeras. Hay gente que lleva eso y no lleva gorro. Y es que se nota mucho el frío en las orejas. A veces aun teniéndolas tapadas, el frío sigue entrando…


Esta mañana he ido a otra torre altísima a hacer fotos de la vista de la ciudad de día. Ayer era totalmente de noche cuando subí a la Torre Sears.



En lo alto de la torre, había un rincón preparado para que los niños fueran a ver a Santa Claus.

Los hay en muchos sitios. También había uno en el malecón.

Y en la entrada del edificio, abajo, más trenecitos, con decoración navideña.

También he ido al museo de Arte Contemporáneo, que está por allí cerca. Como era de esperar, había cosas rarísimas, como esto, que era un mogollón de hojas todas blancas con el borde negro, y que se supone que la gente ha de coger y hacer una figura y dejarla ahí.


O esto otro, que es un vídeo para que se vea el efecto:



Y ya luego me ha dado tiempo a poco antes de volver al hotel para recoger la maleta y venir al aeropuerto para volver a casa. Llegaré tarde, pero espero que no haya retrasos.
En fin, viaje terminado. Me han quedado infinidad de cosas por ver, pero creo que he cumplido con lo más destacado, y lo que más me interesaba a mí.

Chicago queda en mi recuerdo como una ciudad de rascacielos, paraíso para arquitectos. Ciudad con mucha cultura e historia. Ciudad de negocios. Es muy bonita y vale la pena visitarla. Pero mejor en primavera.




¿Que qué me compré para mí? Pues un imán por 3 dólares, para mi colección de la nevera de lugares visitados. No me dio por gastar esta vez. Al menos no en cosas que luego me dieran problema en la maleta.

¡Hasta la próxima aventura!

Chicago. Parte I.

Diario de viaje.
Día 1. Miércoles 24. Víspera de Acción de gracias.
Por la mañana en las noticias de la tele avisan de que se recomienda ir con tiempo al aeropuerto. Muchísima gente va a viajar, y con los nuevos sistemas de seguridad es posible que haya gente que se queje y plantee problemas, con lo que retrasarán las colas.

Y todo ello porque los nuevos sistemas de seguridad son:
Opción A: pasar por un escáner de cuerpo completo. Un policía en un cuartito ve en una pantalla todo, todo.
Opción B: cacheo bien detalladito.

Y claro, no es agradable. A mí, A o B, plin, pero vaya, gracia tampoco me hace, ésa es la verdad.
Así que, sin prisa pero sin pausa, al salir del cole a casa, a dejar todo en orden, coger la maleta, y al tren para ir a Boston y de ahí al aeropuerto. Llego 3 horas antes.
Bueno, pues nada, oye. Ni la A ni la B. Todo tan normal como toda la vida. (Se entiende por “toda la vida” desde que para pasar el control hay que separar los líquidos, quitarse los zapatos, etc.)
¿Qué pasó? Pues que el vuelo se retrasó. Encima. 2 horas.
Escribo desde el avión aún, pero sé que llegaré al hotel más tarde de las 12 de la noche, y lloviendo. Espero que todo mejore mañana…

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Al final me acosté ¡¡casi a las 2 de la mañana!!
En cualquier caso, había llegado ya a Chicago. El siguiente destino en mi objetivo por conocer el país en etapas.
Recordemos primero dónde se ubica:




Día 2. Jueves 25. Día de Acción de gracias.
Hoy me prometí que me lo iba a tomar con calma. Habían avisado algo de lluvia, casi todo iba a estar cerrado por lo importante de la fiesta aquí (es como el día de Navidad), y yo estaba cansada del viaje y quería disfrutar del hotel, que esto no dejan de ser vacaciones para mí.

Empecé el día tomando un desayuno rico, rico en el hotel: dos huevos fritos, tostadas con mermelada, zumo de naranja y leche calentita. Cuando he estado lista para salir, he empezado mi ruta. Hoy tocaba la de San Fernando, ya se sabe: “un ratito a pie…” Y así me he pasado las horas: andando, andando, recorriendo calles, viendo edificios, parques, caminando a la orilla del río o del lago, etc. Con una temperatura de 0º C. Pero ya he hecho un montón de fotos y he visto cosas muy chulas que me han encantado de la ciudad.

Todo, obviamente, con decoración navideña. Esto es el edificio de Macy's.

Abajo, el parque Millennium, donde se encuentra la "Cloud Gate Sculpture" entre otras cosas. Lo más representativo es esta escultura que parece una alubia. Así que he empezado por ahí.

Por el medio, al fondo, saludando a mi reflejo:


Había abajo una pista para patinar. Muy típico en un día como hoy, sobre todo para las familias. Estaba lleno, aunque no lo parecía al principio, porque cuando llegué estaban enluciendo la pista:



De camino al lago, me tomé un perrito caliente con este señor...

También he ido al malecón, o sea, al paseo a la orilla del lago a lo largo del cual hay montones de tiendas, restaurantes, atracciones, y cosas así.
El lago Michigan:


Con unos espejos...


Desde allí había una vista muy chula del contorno de la ciudad.
La noria es grandísima, y muy famosa también.

Allí mismo también, había un grandísimo invernadero con estas palmeras y fuentes. La lente de la cámara se me empañaba por la humedad:

El cartelito de arriba pide que no se moleste a las plantas...

Con alguna foto más a la vuelta, ya de noche, regresé al hotel para descansar y prepararme para el viernes.

Día 3. Viernes 26. Viernes negro.
Hoy hacía tanto frío, que por querer coger un autobús y ahorrarme algo de trayecto andando, he acabado perdiendo más de una hora porque iba en el otro sentido…

Pero luego el día se ha arreglado: ya he visto algo más de la ciudad, sobre todo con un tour de ésos que te enseñan todo mientras te lo van explicando y así de paso conoces el porqué de las cosas y aprendes algo de historia de la ciudad. Este tour recorría la zona norte de Chicago.

Nos han enseñado la zona típica de tiendas con todas las grandes marcas (que siempre hay una), y que hoy estaba a tope, porque era el “Black Friday”, o “viernes negro”, un día muy típico aquí en América, el de después de Acción de Gracias, en el que hay ofertas especiales en casi todas las tiendas y la gente se vuelve loca comprando. Algunas abren a las 3 o las 4 de la mañana.

También hemos pasado por la orilla del lago, parece una playa. Por lo visto, toda la ciudad es como una playa. Son kilómetros y kilómetros.


Y al volver nos han dado unos minutos para visitar un conservatorio de plantas, muy interesante y muy bonito.

En estos jardines, junto a las plantas exóticas y la decoración navideña, unos trenecitos que iban y volvían sin parar.


Por la tarde me ha apetecido ir a ver varios espectáculos. Me encantan, y siempre aprovecho estos viajes para ver alguno. Esta vez, como digo, en plural: el Coro de los Niños de Viena, que por lo visto vienen a Chicago todos los años, ha sido el primero. Sólo cantaban hoy, así que no podía elegir. Ha valido la pena. El concierto ha sido en el edificio de la Orquesta Sinfónica de Chicago, cuyo director es Riccardo Muti. Pero él no está haciendo nada aquí ahora.


Yo estaba sentada en las butacas de detrás del escenario. Por eso la vista es así. Tenía a los niños de espaldas, pero no al director, que estaba de cara a los niños. Y moló, porque era muy curioso verlo dirigir, aparte de que era un peruano expresivo y gracioso.
Luego había un coro cantando villancicos donde la escultura de la alubia que vi ayer. Ha estado superchulo también. Abajo os he colgado algún trocito de vídeo. Como hacía mucho frío, en vez de aplaudir la gente silbaba, o gritaba “bravo” o cosas así.








Y por último, me he ido al musical “Billy Elliot”. Me encanta la película, y tengo el CD con la banda sonora. Soy fan. Así que ¿por qué no? He ido al musical también. Y al principio choca, porque las piezas de música no tienen nada que ver, y parte de la historia cambia, al tener que adaptarla al escenario. Pero los números son una pasada. El show ha durado dos horas y media (sin contar el descanso), así que da para mucho. Y por eso se disfruta más el tema del ballet, por ejemplo, que en la película casi no te dejan ver, y los actores son actores, y no bailarines. Aquí no. Aquí el niño es una pasada cómo baila. Han representado él y el que se supone que es él de mayor, los dos a la vez en el escenario, la canción del Cascanueces. La gente ha aplaudido a rabiar un montón de números diferentes. Ha sido una gozada.

Y en fin, un día más que ya pasó. Ya me da la impresión de que esto se me acaba y aún no he visto nada… Pero ahora toca descansar. Mañana será otro día.

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Como nota curiosa antes de cortar, unos anuncios del vodka de la marca Absolut, en las paradas del autobús, en las que habían cambiado los banquitos por estas sillas: