domingo, 4 de abril de 2010

Pascua

Hola de nuevo.
Vengo de pasar el fin de semana en casa de Niamh (se pronuncia Niiiiv – es holandés). Es una compañera del trabajo. Ya debo haberla nombrado en algún momento. Me invitó a pasar con ella y su familia el fin de semana de Pascua, y como todo, ha sido una experiencia más, interesante. Llegué el sábado por la tarde, para la Vigilia Pascual. Duró dos horas y media, pero es una de esas misas que son tan especiales que ni te das cuenta de la hora, ni te importa. Lo hicieron muy bien. Había un buen coro, también.




Podría contar muchas cosas, pero por no hacéroslo pesado, sólo os contaré que esa noche recibía los sacramentos una chica de 16 años que se ha convertido y ha estado recibiendo formación un tiempo, hasta que han considerado que ya estaba lista. Lo curioso de esto (aparte del hecho de que en España no estamos muy acostumbrados a que la gente se convierta al catolicismo porque lo habitual es que esté toda bautizada ya –otra cosa es que lo practiquen); lo curioso para mí, decía, es que cuando uno se quiere hacer católico, buscan a alguien que le acompañe en esa formación. Según parece, esta persona que quiere formar parte de la Iglesia, va a misa, pero cuando termina la liturgia de la palabra, se sale y recibe una especie de catequesis, unas charlas que la van instruyendo. No sé si será algún cura, o algún catequista, o quién el que dé estas charlas, pero aparte va contigo esta otra persona. Es como si fuera tu tutor, con el que tienes confianza para todo. Aquí se le llama “sponsor”. Bueno, pues Niamh era la “sponsor” de la chica que se bautizaba-confirmaba-comulgaba el sábado. Fue muy emocionante para ella. Todo este proceso acompañando a esta chica le ha servido para fortalecer su propia fe, porque en las charlas ella misma ha “repasado” porqué muchas cosas son así.

Para mí resultó muy bonito también, y emocionante. Sobre todo el bautismo. Claro que yo me emociono fácilmente… No fue un bautismo como el de los bebés, con un chorrito de agua en la cabeza. A nuestro bautismo no se le llama de inmersión, pero aquí faltó poco. Cuando llegó el momento, la chica se metió en una balsa que tienen en el altar, de piedra y todo lo que quieras, pero es como una mini-piscinita de ésas de los niños en verano. Se arrodilló, y al hacerlo tuvimos la impresión de que el agua no debía de estar especialmente calentita por la cara que puso… En fin, el cura también se metió, de pie junto a ella. Y cuando llegó el momento, cogió una jarra de agua, tal cual, y la bautizó en el nombre del Padre –la jarra llena sobre su cabeza–, y del Hijo –y otra jarra llenita–, y del Espíritu Santo –y la última. Ni un trocito de piel le quedó seco. Claro, luego han de entrar a cambiarse, y mientras todos cantamos.

La misa y todo fue muy bien, pero no pude evitar hacer comparaciones con la iglesia donde yo voy cada domingo. Me di cuenta entonces de lo fácil que es que uno acabe haciendo algo suyo. Para mí, esta iglesia es “mi” iglesia. No conozco a nadie, no hablo con nadie, pero algunas caras ya me resultan familiares; las de los curas también, y sé las particularidades de cada uno; sé dónde están las cosas y qué horario tienen; etc. Es mi iglesia, y cuando voy a otras, pienso: “esto en la mía lo hacen de una forma que me gusta más” o “esto nosotros no lo tenemos”…

En casa de Niamh estaba todo muy revuelto. Han vivido allí más de 20 años, y ahora quieren venderla. Pero quieren dejarla bonita para que sea más atractiva para posibles interesados. Incluso llevaron a una señora que se dedica a sugerir cambios concretos para hacer la casa más atractiva: este sofá en aquella esquina, aquí ponéis unos cojines de esta manera para que dé la impresión x… Así que a mí me colocaron un colchón en una habitación llena de trastos. Pero he dormido la mar de bien, os lo aseguro.

Nos ha hecho un fin de semana de fábula. Un tiempo absolutamente precioso. Hoy me he ido a dar un paseo por las calles del vecindario, y he podido observar lo típico de la vida de las familias americanas de las películas: eran todo casas grandes rodeadas de árboles, con un buen trozo de hierba delante de la casa, se supone que detrás también tienen algún tipo de jardín, y un camino asfaltado hasta la cochera. Muchos disfrutaban del día sentados charlando, o barriendo las hojas del césped, jugando al baloncesto en la típica canasta que tienen junto a la casa…

Le pregunté a Niamh por qué había dos buzones delante de su casa. Bueno, en realidad había más: uno era para el correo, y el otro, blanco, para los periódicos. Un poco más allá había otro buzón. Era el del vecino de enfrente. Como es una carretera con bastante tráfico, ponen todos los buzones a un lado para que el cartero no tenga que hacer más que un viaje.

Sólo tuvimos libre el viernes, y no era festivo porque todos los negocios estuvieron abiertos. A mí me vino muy bien porque aproveché para irme a un centro comercial a comprarme la ropa para dos acontecimientos importantes que tengo próximamente y que ya tengo resueltos. También aproveché para cerrar mi próximo viaje. Me ha costado, pero finalmente tengo ya la reserva hecha para pasar unos días en Washington, que aún no conozco. Será la semana del 19 de abril, que sí tenemos toda libre. Qué bueno.

Por cierto que para ir al centro comercial que digo tuve que coger un autobús. Cada vez los uso más. Los conductores tienen una maquinita que recoge el dinero y no da cambio. Lo que cueste el billete lo metes por la ranura y se acabó. Si no tienes lo justo, hay que poner más y te aguantas. Ellos no manejan dinero en absoluto. Yo no lo sabía y el viaje costaba dólar y medio. Yo metí dos dólares y me quedé mirando al conductor esperando el cambio. Él se me quedó mirando a mí sin decir nada, hasta que le pregunté: “¿no hay cambio?” Pues no. Ahí lo aprendí. Ni hay billetes tampoco. Igual que en el tren. Un poco raro, pero vaya, a ellos les funciona.

La verdad es que tengo muchas cosas interesantes para estos últimos meses del curso: el otro día recibí la confirmación de que mi amiga Claire, que conocí cuando estuve en Inglaterra, vendrá a pasar unos días conmigo a finales de mayo. Estoy muy contenta. Va a ser la única visita que he tenido. Ella es como yo: aprovecha todas las ocasiones que se presentan para visitar a los amigos, a la par que hace turismo más barato!!

Seguimos esperando noticias del colegio: quién se queda y quién no. Esta semana pasada fueron los MCAS de inglés, los exámenes de verdad, no los que hacíamos antes para que vieran los alumnos cómo funcionaba todo y tantear el nivel que tenían. No. Eran los de verdad. Pero tan serio como es para ellos, y lo ridículas que resultan algunas cosas para los que lo vemos con ojos extranjeros:

Resulta que, como ya he dicho por cuando hacíamos “ensayos”, cuando los alumnos están haciendo estos exámenes, están en sus aulas habituales, y los profesores de otras asignaturas nos repartimos por los pasillos por si algún profesor de aula necesita salir al baño o hay algún tipo de emergencia y necesitan echar mano de nosotros. Normalmente todo estaba tranquilo y uno se lleva trabajo y aprovecha para adelantar faena. Pero yo no sé qué pasó esta vez, que había un constante ir y venir de niños que tenían que ir al baño. Lo ridículo para Rosa, por ejemplo, que es española como yo, y para mí, es que estos profesores que, como yo, estábamos en los pasillos, teníamos que acompañar a los chavales cada vez hasta la puerta de los aseos cuando que salían del aula y estaban en mitad del examen. Me pasé la mañana haciendo largos por el pasillo. Ridículo, sinceramente. Pero luego va y resulta, que a las diez hacen un descanso de 20 minutos, y los alumnos pueden comer algo, charlar y descansar tranquilamente, para retomar el examen después. O sea, un pasillo plagado de profesores, y no pueden ir solos porque están en medio de un examen, pero luego tienen veinte minutos para hablar con los compañeros de lo que sea, y después volver a los ejercicios????????? A mí que me lo expliquen. Claro que, dicho sea de paso, no sé por qué pero conociéndolos dudo muchísimo que estos niños se preocupen por usar esos 20 minutos en comentarse las posibles respuestas a las preguntas del examen. A lo mejor porque son más pequeños que los de High School y aún no tienen esa picardía… No sé. Yo creo que es porque en el fondo les importa bien poco, a la mayoría, cuáles sean los resultados.

Mañana es lunes y a las 8 tengo cita con el ortopédico para que me vea un dedo de la mano que tengo hinchado desde enero. ¿Os acordáis que os conté que nada más llegar de las vacaciones de Navidad resbalé con el hielo y un dedo me dolía? Pues tres meses después no lo tengo bien del todo. Fui al médico y me mandaron hacer una radiografía, pero no aparecía nada roto. A ver el de mañana si ve algo más.

Por cierto que cuando fui al hospital, como cuando es la primera vez siempre te toman todos los datos para registrarte, me llamó la atención que me preguntaron hasta de qué religión era. Supongo que por eso de que en algunas religiones ponen pegas a lo de las transfusiones de sangre y cosas así. Eso pensé yo. Y como aquí hay de todo… Cuando acabaron de tomarme los datos me pusieron una pulserita de plástico en la muñeca, para identificarme. Se me olvidó quitármela y llegué al gimnasio con ella puesta.

Bueno, ya termino. A finales de este mes volveré brevemente a casa, a España, para la comunión de mi sobrina Cristina. Ya lo he dicho antes, pero supongo que me hace ilusión repetirlo. Será un fin de semana fugaz pero intenso. El otro día me comí la última almendra de turrón que me traje en Navidad. Me encantan, y cada día me llevaba una al colegio para comérmela de postre. Necesito volver y traer repuestos para el poco tiempo que me queda antes del ansiado verano. Mamá: ¿será demasiado tarde para comerme alguna almendra tierna? Ya que de las de turrón ya no es tiempo, a lo mejor hay de las otras… ¿O se han quemado? A ver si hay suerte y aún las pruebo.

Y dos notas al margen para terminar:

1. No viene al caso cómo surgió el tema, pero el otro día fui a hacerme la manicura+pedicura con una amiga y éste es el resultado:

Hay infinidad de salones aquí exclusivamente dedicados a esto. Dentro, cientos de colores para elegir. Mientras nos hacían la pedicura, el sillón donde estabas sentada te iba dando masajes por toda la espalda. En fin, fue una de esas cosas que uno hace cuando surge no se sabe por qué, pero que relajan y vienen la mar de bien. Y por los colores no me preguntéis. Uno tenía que ser, y los pies no se los voy a enseñar a nadie, o sea que…
2. Las matrículas de los coches son distintas según los estados. Cada una es de un color distinto. Casi todas de fondo blanco con letras o números de un color particular. Pero además, cada estado tiene como su propio lema, y lo llevan escrito todos. Por ejemplo, el de Massachusetts es: “The spirit of America”; New Hampshire: “Live free or die”; y Maine “Vacation land” o algo así.


¡Felices Pascuas!
Mª Amparo