domingo, 27 de febrero de 2011

Nueva Orleans (Luisiana). Parte I.

Ya está. Viaje hecho. Ahora, a volver a casa, descansar un poco, y a ponerse las pilas otra vez. Ya no quiero que nieve más, pero la cosa está chunga. Al llegar, estaba todo blanco, y la temperatura a 0º C. Mientras tanto, os contaré lo que ha sido de mí esta semana en Nueva Orleans y alrededores.

Como siempre, empiezo con unos mapas para situarnos:
El estado de Luisiana:
Baton Rouge, la capital, y Nueva Orleans, la ciudad más importante, aparecen abajo en rojo, hacia la derecha. El Mississippi pasa por las dos, y bordea todo el borde este del estado, yendo hacia el norte:


Llegué el domingo muy tarde, y sólo tuve tiempo de deshacer un poco la maleta y dejarme preparado lo del día siguiente ya que saldría temprano otra vez. El lunes era el único día que mi excompañero del instituto de Alcoy estaría aún aquí, en Baton Rouge, para saludarme, antes de volver unos días a España a leer la tesina. Él está de asesor técnico aquí en Luisiana, y éste es su quinto y último año. ¿Ganas de volver? Como siempre pasa, tiene sentimientos encontrados. Ha hecho muy buenos amigos y los echará de menos a la vuelta. Y hay cosas, de la forma de vida de aquí, que allí sencillamente no son posibles, por mucho que uno lo intente, así que eso también lo echará a faltar. Aquí lo conocen como “Antonio el de las paellas”. Las hace con carne de caimán, con cangrejos de río y ancas de rana. Y fideuá hace también. Se ve que organiza comilonas con los dos platos y se pasan el día en su casa. En su casa de verdad, porque se compró una. El sueldo es bueno, y aquí se vive más barato que en otras partes de Estados Unidos, así que le da para vivir bien.

Antonio ha pasado aquí 5 años, y por lo visto no se ha aburrido: aparte de las paellas, en su tiempo libre juega al fútbol y al squash (o a otro deporte, ya no me acuerdo), y ¡¡¡hasta ha aprendido a tocar la flauta!!! Hace poco, por lo visto, organizó un concierto y en una de las piezas debutó como flautista. ¡Qué guay! ¿no? Los amigos que ha hecho son, como nos pasa a la mayoría, no-americanos: hispanos de multitud de países, otros españoles, o gente de otros países. A los americanos es más difícil tenerlos de amigos porque tienen su grupo ya hecho y los demás estamos de paso y vamos buscando amistades, y por eso estamos más abiertos a conocer gente. Yo también estoy igual. Tengo amigos americanos, compañeros de colegio, con los que a veces salgo, pero son contadas las ocasiones. Mi gente, a los que de verdad puedo llamar amigos, son españoles o hispanos.

En Baton Rouge, la capital, hay un capitolio –el más alto del país–, con una torre con vistas de toda la ciudad. Allí mataron de un tiro al que era el senador, Huey Long. Parece ser que era un político muy populista (y también bastante corrupto), y las masas estaban con él.

En la foto, el capitolio al fondo y en el parque de delante, una estatua de Long, donde está enterrado:


Dentro, había una bandera de España, y otra de Castilla:
Este ascensor es sólo para el gobernador:

Baton Rouge vista desde la torre.

El tal Long pensaba que llegaría a presidente de Estados Unidos, y por eso se hizo construir una casa igualita que la de la Casa Blanca, para luego no tener que aprender dónde están los interruptores de la luz…
No pude visitar mucha cosa, porque siendo lunes estaba casi todo cerrado, pero paseé por la ciudad y empecé a darme cuenta de la historia que conecta a este estado con España. Luisiana, cuyo nombre nace por referencia al rey Luis XIV, estuvo gobernada por Francia primero; luego pasó a manos españolas durante unos años; volvió a poder francés; y por último Napoleón lo vendió definitivamente a América.

Los españoles no estuvieron tanto tiempo, pero lo supieron aprovechar bien y dejaron gran impronta. Lo que pasa es que luego son los franceses, como siempre, los que se quedan la fama.

El nombre de una calle:
Y un camión que me encontré, de unos carpinteros...

Las matrículas de Luisiana:
"El paraíso de los deportistas"

El viejo capitolio:

Una clase de prescolar en un picnic. No me pude resistir.

A la hora de comer, pude probar dos cosas muy típicas: el gumbo, que es como una sopa pero con muchas especias y en el fondo una base de arroz, y también me pedí un platito con carne de caimán. Todo delicioso. La carne de caimán dicen que se parece a la de pollo. Es posible. La mía estaba muy especiada y no sé bien qué sabor original tendría, pero en cualquier caso, comí de maravilla. La charla también fue muy interesante. Claro, siempre relacionada con nuestro campo…

Y después de comer, Antonio me llevó a su despacho, y luego yo paseé por el campus mientras él acabada de trabajar unas horas más. Allí, como en muchos campus universitarios, se respira un ambiente de lujo: campos verdes, árboles, edificios bajos, nuevos y bonitos, gente joven sentada leyendo, paseando, charlando tranquilamente, … Allí es donde está el campo del equipo de fútbol americano, cuya mascota es un tigre. Michael, el tigre (Mike para los amigos), tiene una zona para él solo donde la gente puede pasar a verlo. Ha costado una fortuna, por lo visto.

Cuando el tal Long que he mencionado antes, era gobernador, tenía dinero para hacer unos dormitorios para los estudiantes de la universidad. Pero en realidad él, que era un fan del fútbol, lo que quería era hacer un estadio nuevo. Así que acabó ocurriéndosele el hacer unos dormitorios con el techo escalonado, como simulando unas gradas, y organizarlos en forma tal que la zona interior quedara del tamaño del estadio que necesitaba. Listo, ¿no?
Un par de imágenes más del campus.

Se ve que llueve mucho, porque en varios sitios te encontrabas estas bolsas a la entrada. Son para los paraguas.
Bueno, y ya a media tarde volví a coger el autobús, de camino a Nueva Orleans, el campamento base.
El restaurante de mi hotel, visto desde la calle:
Y ésta es la fachada de otro lado, con un clarinete pintado. Chulo, ¿eh?

Todo el hotel estaba dedicado al jazz. Y es que nació aquí, en Nueva Orleans. En el vestíbulo, unos muñecos junto a un piano que cada mañana tocaba automáticamente unas piezas:


El martes hice una excursión a una de las plantaciones tan típicas de la zona. Ésta es la más conocida, la de Oak Alley, porque tiene un “pasillo” de robles con la casa al fondo que le dan un toque muy fotogénico. En la casa nos hicieron un tour para explicarnos el tipo de vida que la gente llevaba allí antes de la guerra civil, cuando los negros aún eran esclavos y los ricos eran muy ricos.

Las guías estaban vestidas de época:



No tenía quién me hiciera foto, así que está hecha por mí misma:


Otra plantación:

Por cierto que robles aquí hay muchos, y hay una especie que llaman “live oaks”, que son robles que están verdes todo el año. Hay hojas secas que caen, pero siempre hay otras verdes que aún llenan el árbol.



El miércoles hice un tour por un pantano, para ver la fauna del lugar: sobre todo caimanes, pero también tortugas, garzas y ¡hasta un armadillo! Fue muy curioso. Nos explicaron todo del tipo de suelo que hay allí y porqué las cosas son como son.

Hay una tortuga sobre el tronco. ¿Se ve?

El caimán, a la punta de este otro tronco:


Una garza:



Los caimanes a veces se pierden de su madre, y los cogen para cuidarlos hasta que se hacen más grandes. Uno de esos chiquitines lo tenían allí para que lo pudiéramos coger. En la primera foto me lo están pasando (se nota en la cara que no le tengo confianza al asunto, ¿no?). En la siguiente ya estoy más relajada. Al sujetarlo se podía sentir la respiración del animal, como se hinchaba lo que sería el cuello… Estaban ahora despertando de la hibernación, así que la mayoría estaban aún muy débiles, sobre un tronco, quietecitos.




También paseé a la vuelta por la zona llamada French Quarter. Es la zona antigua donde construyeron sus casas los que llaman criollos, los descendientes de los españoles y franceses que llegaron aquí primero, aunque luego se mezclaron con los negros y también se aplica a este grupo. Y es que casi todos son negros aquí. La proporción es altísima.

Se nota que las casas son diferentes. Son más antiguas, con fachadas de distintos colores, y todas con balcones con hierro forjado, de influencia española. Ahora, el exterior de las casas está prohibido modificarlo.


Las calles del French Quarter están llenas de plantas y pequeños jardines. Y el olor acaba llenando el ambiente. Era un placer para todos los sentidos el pasear por allí: la vista, por supuesto, pero también el olor de las flores y los árboles, la música que llenaba las calles,… Y se respiraba alegría, relax, un ¡viva la vida! continuo.












Allí vivieron Faulkner o Tennessee Williams, por ejemplo.



French Market:

En esa zona -French Quarter- está la catedral de Saint Louis, y ahí es donde se compró Luisiana.



La catedral está justo enfrente del Mississippi, el 3er río más largo del mundo, que en indio significa “Padre de las aguas”.



Los turistas también pasean mucho con los carruajes que hay, tirados por caballos, pero los caballos aquí llevan como una bolsita detrás, muy discreta, que sirve como de pañal. Así que las calles están siempre limpias. No entiendo cómo eso no se ha exportado…





Visité una de las casas por dentro. Allí vivieron un par de familias ricas, y fue curioso que las cosas que la guía me destacaba como más curiosas, eran para mí muy normales. Y es que me hablaban de costumbres que traían los franceses y los españoles cuando estuvieron viviendo allí. Como que dormían la siesta después de una gran comilona de varias horas, por ejemplo. También destacaron un colchón de ésos en los que uno se hunde, como los que había en las casas antiguamente. Mi abuela tenía uno de ésos, en los que dormí muchas veces yo misma, así que fui yo la que sorprendí a la guía cuando se lo conté. La chica contaba que, por la influencia francesa, en la casa había muchas fiestas y la comida era muy importante, etc. Pero hubo muchos problemas con el fuego, y no fue hasta que llegaron los españoles que se hizo una buena normativa anti-incendios, que solucionó graves problemas. Como veis, el orgullo español me lo han dejado muy alto esta semana.


El jardín de la casa, donde se ubicaban las habitaciones de los criados y la cocina y otras habitaciones que habían de estar separadas:


Respecto a la influencia española, también se nota en que los nombres de las calles (que ahora son muchas francesas pero se pronuncian “a la inglesa”), anteriormente tenían nombre español, y eso lo han hecho notar en unas placas en cerámica, con el escudo español, donde lo explican.


Aquí podéis ver otra de esas placas en la esquina de la calle. Es la calle de San Felipe.

También hay una plaza española, con una fuente rodeada por una pared con los escudos de casi todas las provincias de España, donada por Castellón, por lo que se explica, también hecho todo con cerámica.

A un lado está en inglés, junto al escudo de Luisiana, y al otro en español, junto al de España. Y a continuación, las provincias:


Dice: "España ofreció esta plaza a la ciudad de Nueva Orleans en conmemoración de su pasado histórico común y en señal de amistad fraternal en el futuro. 1976 d.C. Año del bicentenario de los Estados Unidos. Restaurada y reinaugurada en el año 2001 d.C. gracias a la generosidad de la provincia de Castellón, España."


La calle más conocida es Bourbon (antes Borbón), porque es donde están los bares y la música y la juerga. Por la tarde-noche cobra vida, y los bares empiezan a ofrecer cada uno su repertorio de música en vivo con grupos tocando de todo: desde jazz, hasta rock, y todo lo que haya por el medio. Cada uno elige el local que le va mejor, y a pasarlo bien. Hay verdaderamente de todo. Como saben que es a donde los turistas van necesariamente, siempre hay gente en la calle animándote a entrar en su local en concreto (me recordaba esto la plaza Garibaldi de México), pero muchas veces en tono erótico: chicas a la puerta de algunos locales enseñando muslo, u otros con fotos bastante comprometidas, y el anuncio “no cover”. Algunas chicas daban pena de verlas así. Mucha gente salía a los balcones a ver la gente pasar.



Los collares con bolitas de plástico eran muy comunes.

El local donde escuché un rato de jazz:

En los pubs, los chupitos son así:

A esta hora, aún no había demasiada gente, pero se puede uno hacer idea del ambiente:

Claro, una cosa lleva a la otra, y en consecuencia por el medio de la calle también me encontré con un grupo llevando una cruz, como haciendo un via crucis, y llamando a la conversión de los pecadores… No sé si tendrán mucho éxito.


Yo entré en una de las salas donde se tocaba jazz en directo, que es bastante conocida, y allí estuve un rato disfrutando.

Dicen que Bruce Willis andaba por allí porque estaban rodando una película esos días. Yo sólo vi las furgonetas que decían “Hollywood trucks”.


Pero la calle a donde dicen que los que son de allí de verdad les gusta ir no es ésa, sino otra que hay un poco más allá. Y allí me fui yo otra noche. Y estuvo genial. Es más tranquila. Hay que entrar dentro del local para oírla de verdad. Algunos cobran entrada, o te obligan a una consumición. Otros no. Yo recorrí la calle primero familiarizándome con ella, mientras disfrutaba de los que prefieren tocar al aire libre, sentados en un portal. Y al final acabé en un bar con un grupo estupendo. Me senté en un taburete, y a disfrutar. Esto de la música en vivo es un placer que no se vive tan a menudo, así que aproveché todo lo que pude.