sábado, 30 de octubre de 2010

Recordando la semana sentada en el sofá

Hola. Ya estoy aquí de nuevo.
Os escribo sentada en mi nuevo sofá. Bueno, nuevo para mí, claro. Los dueños del piso se han comprado muebles para su casa, y los que tenían hasta ahora los quieren dejar aquí para amueblar el piso poco a poco. A mí me viene bien, porque sin coste extra, me he encontrado con un nuevo sofá que me viene de maravilla.


Es de ésos que los asientos de las puntas se convierten en sillones reclinables. Es de tres plazas, con lo que me puedo tumbar todo lo larga que soy, y claro, en consecuencia, ya me he acabado durmiendo en él unas cuantas veces. Así que estoy encantada. Había otro a conjunto que han tenido que dejar en el sótano, porque, aunque no le va al resto, yo quería mantener el que he tenido todo este tiempo. Y es que es sofá-cama, y lo necesito para las visitas que esperaré en abril: a principios vuelve Claire, que ya estuvo aquí el año pasado, y que viene con su hermana y tíos, y a finales del mismo mes, mi primo Gustavo y su mujer. Y en medio, me vuelvo yo a casa a pasar una semanita. ¡Vaya mes! ¿eh? Voy a convertirme en una guía experta de Lowell y de Boston. :) Me encantan las visitas. ¿Alguien más se anima? ¡Que esto se acaba!

La semana pasada me fui a Boston porque había un festival de música clásica para niños en el edificio del Symphony Hall, que es una pasada y aún no lo conocía. Una chica de Iberia lo mencionó, y me apunté con ella. No la conocía ni la había visto antes. Es lo que tiene esto de Iberia. Pero pasamos un día genial. Había varias salas en las que ofrecían mini-conciertos: la más grande para orquestas o coros grandes,
y un par más pequeñas para grupos menos numerosos: un cuarteto con instrumentos de viento, otro con instrumentos de percusión, y así, de todo. Tocaban muchos grupos de niños o jóvenes que están estudiando en conservatorios de Boston, y también adultos profesionales. Fue una pasada. Pero era en plan informal. Mientras tocaban, la gente entraba y salía, pasaba por delante, los escuchaba sentada sobre la alfombra justo delante de ellos... Había, además, talleres para niños para que probaran a tocar instrumentos, y personajes de la Warner paseándose por allí. Yo me hice una foto con “the cat in the hat” que es superfamoso aquí. Y nos regalaron unas bolsitas con un cuento, un lápiz y alguna tontería más, pero siempre todo relacionado con la música.
Al salir, aún dio tiempo para un paseíto por el río.
Luego por la noche, Niamh me invitó a un show en New Hampshire en el que actuaba un cómico también muy conocido. Jeff Dunham. Es ventrilocuo, y sus muñecos son muy particulares y tienen personalidades muy llamativas. Con las fotos os podéis dar cuenta. Fue difícil entender todo, porque claro está que el humor tiene mucho de juegos de palabras o asociaciones culturales que yo no soy capaz de pillar, pero fue divertido y lo pasé muy bien.
Me quedé en su casa, y volví al día siguiente. De camino, pude disfrutar de las vistas de los árboles en plena época de cambio de color en las hojas.
El domingo estaba tan cansada, que ni siquiera salí por la mañana a misa. Y como donde normalmente voy no las hacen por la tarde, pues tuve que ir a las 5 a otra iglesia que hay también cerca. Bueno, pues casualmente, era el día en que celebraban las confirmaciones de un nutrido grupo de jóvenes. Y la misa la ofició el obispo. Como soy así, sin conocer a nadie de nada, me emocioné y todo. Menos por una chica, que cuando acabó de leer la lectura me pareció que dijo “the world of God” (el mundo de Dios), en vez de “”the word of God” (palabra de Dios), y pensé que era una de ésas que luego no vuelve a la iglesia ya en la vida. Pero a pesar de todo, era el Espíritu Santo el que estaba haciéndose presente allí ese día. Fue bonito. El obispo empezó el sermón diciendo eso de que Dios tiene un plan para nosotros, desde incluso antes de que nazcamos. Y eso que pasa que algunas frases se te quedan, y te hacen pensar. A mí me pasó con ésta. Empecé a preguntarme que cuál era su plan para mí. ¿Estoy cerca o lejos de eso que Él espera de mí? ¿Lo estoy haciendo bien? ¿Qué será de mí? Ya sabéis: cuando la cabeza empieza, no hay quien la pare.

Claro que eso me recuerda un cuento que leí de un libro que me regaló mi madrina cuando yo era pequeña. Un niño consiguió, no recuerdo cómo, una bobina de hilo, que era su vida. Él, intrigado, la iba deshaciendo para saber lo que iba a pasar en el futuro, si le pasaría esto o aquello. La curiosidad hacía que siempre necesitara saber algo más. Así que al final, de tanto deshacer la bobina, se quedó sin hilo. Había pasado toda su vida de repente y se había hecho viejo, y no la había vivido realmente.

Lo importante es ir viviendo, ir haciendo camino. Lo sé. Pero el camino también hay que irlo planificando, aunque luego los planes no salgan como uno creía, ¿no? Y ahora mismo, pese a mis 34 años, a los que, para muchos, sobre todo teniendo familia, todo está más definido, yo pienso que tengo muchas opciones abiertas, y no sé bien por dónde echar a andar. No porque esté perdida, no. Lo digo en plan positivo: tengo ganas de tomar muchos caminos, y además tengo la suerte de poder tomarlos. Lo que pasa es que por todos no se puede ir y hay que escoger. Pero hay muchísimas cosas que me gustaría hacer en la vida, y no sé cuál es la mejor.

En fin, dejo de filosofar y sigo con lo mío (de lo otro, con el tiempo se verá lo que fue):

Este jueves hubo incidente en el colegio. Cuando llegué vi que, igual que pasó un día el año pasado, se había ido la luz en todo el edificio. Estábamos a oscuras en el comedor-gimnasio del colegio, todos: profesores y alumnos. Poco a poco, con linternas, se fueron llevando a los grupos a sus clases. Como era de día, dentro de las clases se podía estar. El problema eran los pasillos y los baños y demás. No iban los teléfonos tampoco. Cada profesor tuvo que ir llamando con su móvil a las familias de cada niño para que vinieran a recogerlos. Imaginaos el caos que eso supone en muchas casas. Al final, la luz la restablecieron sobre las 11, pero para entonces ya estábamos todos en casa.

En realidad nos vino muy bien ese día extra, ni qué decir tiene. Esa semana podía uno notar cómo todos los maestros estábamos especialmente cansados. Aproveché para hacer algunos recados que son difíciles de hacer cuando uno trabaja entre semana, y sobre todo, aproveché para descansar, que era lo que más necesitaba. Lo que no sabemos es si habrá que recuperar el día o no. En nuestro calendario, cuando se pierden días por nieve o por otras razones, y no se ha trabajado hasta las 12 de la mañana, el día se tiene que recuperar luego en junio. Se recuperan hasta 5 días. Si se han perdido más, pues ya nada. Los de mantenimiento y el equipo directivo sí que se quedaron hasta las 12, pero no sé si cuenta…

El miércoles por la noche, justo el día de antes, habíamos estado de jornada de puertas abiertas. Era un día para que los niños, con sus familias, vinieran al colegio y se pasaran por las clases y hablaran con los profesores, etc. Se trataba de tener un encuentro informal con los padres para que vieran qué cosas estamos haciendo en las aulas. Hicieron una exposición de lo que habían hecho en clase de arte, y vendieron pastelitos... Los profesores tuvimos que preparar las clases también un poco para recibirlos. Yo puse en la tele un vídeo que habla de cómo se vive en Puerto Rico; por las mesas repartí muestras de las cosas que hemos estado haciendo en las clases; puse en la pizarra el póster con la letra de la canción que estamos cantando estas semanas al principio de las clases; o dejé a la vista el gorro que hago que se pongan los niños cuando es su cumpleaños y les cantamos el “cumpleaños feliz”.

Yo creía que no vendría nadie. Que irían a su clase y ya está. Además yo estoy al fondo del edificio. Realmente hay que venir a cosa hecha porque uno no pasa por allí de casualidad. Pero no me importaba. Pensaba que adelantaría trabajo. Bueno, pues no. Sí que vino gente. Sobre todo niños de 5º, que tienen sus aulas muy cerca y a ésos sí que les venía de paso, y de 2º, que aún son pequeños y les ilusiona ir guiando a los padres explicándoles dónde hacen cada cosa y quién es quién. Fue muy agradable charlar con los padres y conocerlos, y sobre todo oírles decir que los niños llegan a casa tarareando alguna de las canciones que cantamos aquí que no se les van de la cabeza, o que están contentos con la clase. Salía del edificio a las 8 de la noche.

Sinceramente, lo de la falta de luz del jueves fue un regalo que cayó en el momento justo.

Y el lunes anterior tuvimos otra práctica de ésas para casos de emergencia. No se nos acaban. Esta vez se trataba de una posible emergencia cuando están en el autobús. Tenían que hacerla todos, porque aunque no todos usan este transporte para venir cada día al colegio, puede que hagan excursiones, y por eso también han de saber qué hacer. Nos metieron a tres o cuatro clases en el mismo autobús. Nunca había estado en uno de ésos amarillos. No son iguales que los demás. Los asientos son muy altos y los niños no ven a los de delante, pero se pueden sentar hasta tres en cada uno. Todas las ventanas, con empujarlas, se salen. Hay cámaras. La parte de detrás es una puerta que se abre y es también una salida de emergencia. La conductora nos estuvo explicando qué hay que hacer si pasa algo y por qué hay que comportarse de cierta forma cuando se está ahí dentro. Fue curioso (para mí, por lo menos, que todo esto lo oigo de nuevas). Nada más. Fueron un par de minutos. Salimos por la parte de atrás, y de vuelta a clase.

Ya está. Ya os he puesto al día otra vez. Ahora a cenar, y dentro de nada, estrenamos semana nueva, que os contaré, si Dios quiere, en mi próxima entrada.

Os dejo con unas vistas del río de Lowell por donde he estado paseando los fines de semana pasados, del trenecito –o más bien del vagón– turístico que recorre el centro de la ciudad en verano y que aquí estaba cruzando una calle, y algún vídeo del festival de música que os he comentado.

Buenas noches.