sábado, 9 de julio de 2011

Despedida

Hola.
Escribo la que va a ser probablemente mi última entrada. Mi experiencia americana ha terminado. No sé si usaré este blog en el futuro como diario de otras experiencias viajeras. De momento, os cuento cómo ha terminado esto:

Mi agenda las últimas dos semanas era completísima. En clase, acabé muy tarde casi todos los días poniendo notas y recogiendo. Nos dieron tres cajas a cada profesor para meter todo, pero con eso no teníamos ni para empezar. Ya sabéis que hemos de quitar todo de las paredes, vaciar los estantes, guardar absolutamente todo, porque durante el verano hacen una limpieza profunda de todo. Y además en el caso del departamento de idiomas, porque todo van a archivarlo ya que no se van a seguir enseñando, al menos por el momento.

Acabé llenando 11 cajas grandes de plástico y otras de cartón más pequeñas. El viernes 24 fue el último día de clase, y como suele pasar, no se dio clase sino que los alumnos tenían fiestas en las clases, iban por ahí despidiéndose de todos, limpiando sus propias mesas... Mientras, yo acababa de limpiar todo. El mismo viernes me lo dejé todo zanjado.







Varios alumnos de quinto, que tienen sus aulas muy cerca de la mía, pasaron a despedirse. Estaban todos muy emocionados. No olvidaré a uno que me dio un abrazo que me dejó una lágrima en el brazo.

Los profesores tuvimos nuestra “despedida” el miércoles. Estábamos reunidos y como somos muchos los que nos vamos, nuestro supervisor nos iba nombrando a cada uno y dirigiéndonos unas palabras. Y ahí sí me emocioné yo. Tenía mil lágrimas contenidas, y silenciosamente saqué algunas fuera. Mi supervisor me dijo luego que nunca había llorado en público, pero que al verme allí sentada y tener que hablar de mí, yo casi consigo que lo haga.

En fin, nos fuimos de vacaciones, entregué la llave, y dije adiós.


El último sábado, aproveché para visitar la casa donde había nacido JFK, que aún no había visto y estaba en mi lista.





La de abajo es otra casa que está muy cerquita, donde vivió la familia años después.




El domingo tuve mi barbacoa de despedida que organizó para mí una compañera del colegio, una chica excepcional, gran profesora y con una gran personalidad, con carácter, como a mí me gustan, pero con corazón. En fin, acudieron pocos (hubo gente a la que le surgieron complicaciones), pero nos hizo un día perfecto y lo pasamos muy bien.


Bridget, la anfitriona, preparando todo:



Compañeras del colegio:




La representación hispana:



Pero empecé el día ya bien temprano tirándome en paracaídas. Fue una experiencia chulísima, y fuerte, fuerte. Estuve muy tranquila en todos los preparativos, hasta que la avioneta abrió la puerta estando ya a la altura prevista (5000 metros, creo), y saltó la primera chica. ¡Qué terror! Luego iba yo. Iba a tirarme al vacío, desde el cielo hacia la tierra, que estaba ahí abajo. Y me tiré. Grité un poquito, creo. Tenía que encorvarme hacia arriba, pero no podía: yo sólo miraba al suelo, a donde estaba cayendo. Cuando ya llevábamos un rato cayendo, reaccioné, y me acordé de que tenía a una señora enfrente tomándome fotos y haciéndome un vídeo, y que me había dicho que mandara besos y que mostrara el pulgar hacia arriba sonriendo. Y empecé a obedecer y a seguir las instrucciones. Y ya me calmé. Era caída libre, a gran velocidad.

Hasta que llegó el momento de abrir el paracaídas. Y ahí pegamos una fuerte frenada, y seguimos cayendo tan y tan despacito, que parecía que estábamos quietos. Y había un silencio y una paz espectacular. Me aparté las gafas protectoras y estuvimos hablando, y el chico me dejó guiar el paracaídas un ratito. Pasamos por dentro de una nube que tenía un arcoiris redondito. Y finalmente aterrizamos.

Objetivo cumplido. Era una de mis ilusiones de adolescente, yo creo, y por fin la hice.



¡¡Ésa soy yo!!:

En el piso, también los últimos días, vinieron unas pocas personas a llevarse cosas, y ahí sí me lo vaciaron. Sobre todo una, que metía cosas en las bolsas de basura grandes desesperada, casi sin mirar. Aun así, di otras cosas a otros amigos en los días sucesivos. Es increíble lo que se acumula en una casa en dos años. Pese a todo lo que regalé, las bolsas de basura que tiré, etc., el jueves, ayer, antes de salir, aún llené tres bolsas con ropa para donar, envié otra caja a casa, y me llevé tropecientas maletas hacia el aeropuerto.



Abajo, unas pocas personas en unos minutos ¡¡me vaciaron el piso!!













Y ya vacío... poco antes de cerrar las maletas e irme.


Pero bueno, el caso es que he conseguido llegar con todo lo que quería. En el aeropuerto tuve algo de lío con las maletas tan pesadas, pero por no mucho dinero conseguí enviarlo. Ahora estoy en el aeropuerto de Madrid, y sigo cruzando los dedos porque espero que me lleguen sanas y salvas.

El martes Georgy se quiso despedir de mí llevándome de pesca, como cuando les acompañé al principio de mi estancia aquí, cuando aún vivía con Elvira. Esta vez íbamos en un barco que se reserva exclusivamente para ir a pescar, y te llevan bien adentro y van parando en varios puntos y se va probando suerte. Nos dan ellos mismos la caña de pescar, la carnaza para que piquen los peces, el cubo para lo que se pesca, y todo. Fue divertido. Me dio mucho el sol. :( Al final logré pescar uno que era lo suficientemente grande como para podérnoslo quedar. :) Todo esto nos llevó el día entero, porque el barco salía desde Cape Cod, y hasta allí hay un trecho. Georgy conducía un descapotable que le regaló Elvira para agradecerle todos los trabajitos que éste les había hecho en la casa. Así que iba yo como una señora, en descapotable, y todo el día a gastos pagados. Lo pasamos muy bien.
Nuestra recompensa: yo pesqué el negro.




























El miércoles les tocó el turno a Jeff, el informático, y a Elvira, que me quisieron llevar a comer y cenar respectivamente, también para despedirse de mí. Así que pese a que eran los últimos días y pensaba yo que me alimentaría de las sobras por casa, la verdad es que estuve muy bien cuidada.

El jueves es cuando terminé de cerrar las maletas, limpiar el piso, dejar las bolsas listas con lo que regalaba de ropa, enviar la caja de ropa que no me cabía en las maletas, y escanear algún tocho de papeles más para no tener que arrastrarlos, pero no perder la información tampoco. A las 5, cuando salimos hacia el aeropuerto, estaba muerta. Pero me lo había dejado todo hecho. No es fácil dejarse vacía por completo una casa en la que se ha vivido tanto, y así de golpe. Pero me voy tranquila de no haberme dejado nada a medias.

Y así acaba todo... Ahora llegaré a casa y tendré que ponerme rápidamente al día dándome de alta otra vez aquí, y ya tengo un par de reuniones previstas en los próximos días.

No lloré al irme. Tuve tanto tiempo para hacerme a la idea, y estaba ya convencida de que era lo mejor, que lo tenía muy asumido. Claro que he tenido mis momentos, como el del cole que os comentaba, o alguno en privado, pero lo he llevado bastante bien.

Eso sí: voy a echar muchas, muchas cosas de menos.
Os adjunto mi última lista, una de tantas a las que os tengo acostumbrados. Ésta es igual que la escribí al principio del blog, pero al revés. Como en todas, el orden es aleatorio.

Voy a echar de menos:
-A mis amigos, grandes amigos, que me costó encontrar pero que han sido muchos y muy variados. Es muy duro pensar que gente que ha sido tan importante para mí y que me ha ayudado tanto, con los que he hecho tantas actividades, puede que no la vuelva a ver más...
Aquí los amigos son la familia, porque todos estamos medio huérfanos, teniendo a la familia de verdad tan lejos: son nuestros contactos en caso de emergencia, son a los que llamamos cuando estamos tristes, son con los que nos juntamos el día de la madre...

-Boston. Una ciudad pequeña y asequible en tamaño, pero grande por bonita y por la cantidad de cosas que pasan en ella, porque con tantas universidades, el nivel cultural de la gente con la que tratas, es inevitablemente de calidad.
Aunque no viví en Boston, la disfruté casi todos los fines de semana, sola o acompañada: las tortilladas en la explanada junto al río, los paseos por esas calles con casas antiguas y llenas de árboles, los parques, la estación de tren, que es como mi segunda casa, los deportes...

-Lowell, mi pueblo, con su río por donde paseé alguna vez, su gente amable, su biblioteca estupenda, el banco justo enfrente de mi piso, abierto hasta los domingos, algunos buenos restaurantes, ...

-Encontrar absolutamente de todo en los supermercados (excepto lomo y jamón del bueno).

-Hablar en inglés, escuchar hablar en inglés, estar rodeada del idioma inglés. Como hay muchos hispanos y españoles por aquí, hablaba mucho en español y no echaba mi lengua de menos, pero las dos se manejaban continuamente a la par. Es genial. Era como el valenciano y el castellano en Ibi: estás hablando con dos personas, y si miras a una usas un idioma, pero te giras y con la otra hablas en el otro.

-La televisión y el cine en inglés. Bueno, en versión original más bien. Ahora voy a tener que ver a los actores americanos moviendo los labios de una manera, y hablando en español de otra. Voy a echar de menos ciertos programas.

-Los abrazos de los niños y de los amigos. Me han abrazado más que en toda mi vida. Sobre todo los pequeños. A los mayores el colegio no lo aprueba, aunque ya os he contado lo del viernes que se despedían, que no lo podían evitar. Pese a la conciencia que hay aquí respecto del contacto físico, los abrazos son comunes entre gente con la que tienes confianza. Nuestros “dos besos” son artificiales, es un contacto superficial. Un abrazo me gusta más. Es auténtico y más sentido, porque no se da automáticamente por ver a alguien por la calle, sino cuando hace falta.

-A mucha gente que he conocido y que ha formado parte de mi vida estos años. He perdido la cuenta de los que me han dicho que me echarán de menos: Dean, el que se encargaba de controlar el tráfico todas las mañanas que al saludarlo me ponía al día del tiempo de la semana; Lourdes, la mujer de la limpieza que cuando veía que me salía a las 5 de la clase aplaudía y me decía “¡¡¡Bien!!! ¡¡Hoy se va temprano!!”; mi vecino Bobby, que me ayudó a introducirme en Lowell invitándome a sus fiestas; ...

-Los piropos: la gente los dice con mucha facilidad. "Me gusta tu falda", "me gustan tus pendientes". De hecho, enseñan a los niños a que los digan: si algo les llama la atención, que no se queden mirando sin más, que digan en voz alta que les ha gustado. Y a todo el mundo le gusta oír cosas que a los demás les gustan de ti. Te hace sonreír. Y yo me he acostumbrado a decirlo de otros.


-La limpieza de los baños públicos. Que haya papel siempre, y una percha donde dejar el bolso. Espejos, agua caliente y máquinas rápidas que te secan las manos.

-Mi aula, con mi ordenador para mí sola (no cuatro para todo el colegio entero como en las salas de profesores en los institutos de aquí), mi bandera de España, mi pegatina de España sobre el ordenador, mi foto de familia sobre la mesa, mi proyector de transparencias y cañón para mí sola preparado para cualquier ocasión en que quiera mostrar algo a mis alumnos, mi súperpizarra blanca magnética, el dinero que se nos adjudica para comprar material para trabajar con los niños...

-El compañerismo que tuve con Ana: compartimos materiales, ideas y críticas constructivas para nuestras clases, aparte de una buena y sincera amistad. Y a Jeff, que me ha ayudado tanto en todos mis problemillas informáticos.

-La diversidad: encontrar gente de todos los colores, orígenes, idiomas maternos, aspectos, culturas, religiones, etc., conviviendo de manera tan natural. He tenido alumnos americanos, indios, africanos, chinos, hispanos de varios países... Y compañeros igual. Uno ya no se da ni cuenta del color de la piel del que le está hablando, eres totalmente inconsciente de ese detalle...


-Los cursos y seminarios de calidad que eran gratis o pagaba el colegio comprometidos por nuestra formación, en los que aprendí tantas técnicas e ideas prácticas para trabajar y poner en práctica enseguida con los niños.


-La calefacción y el aire acondicionado en todas partes. En los institutos de España he pasado un frío terrible. Aquí no. Tenía un termostato para controlar la temperatura perfecta a la que quería mi aula. Puede que haga frío en la calle: te abrigas para salir y ya está. Desde el momento en que entras a un edificio, se está de maravilla. Y en verano igual con el aire acondicionado.


-Netflix: un sistema fantástico para ver películas por poco dinero al mes.

-La vida activa que llevaba, haciendo actividades de todo tipo, con gente diferente...

-Mi iglesia, y algunos de los himnos que cantábamos, o uno de los curas que empezaba los sermones con alguna historia que nos hacía reír.

-Mi piso, ¿por qué no?, aunque vuelvo a otro estupendo también, pero con una cocina mucho más chiquitita. La cocina que tenía éste era genial. Todos los que venían a mi casa decían el lugar tan estupendo que era. No me faltó de nada.

Claro que no lo idealizo. Nada es perfecto y hay cosas que no echaré de menos. Pero son pocas, y no estoy aquí para contarlas. Me quedo con lo positivo.

Gracias por acompañarme en mi diario de vida de estos dos años. Espero que hayáis disfrutado, conmigo, de estas cosas que me han pasado. Yo lo hice, desde luego, contándolas, y me alegré de cada uno de vuestros comentarios. Me maravilla internet y cómo es capaz de acercarnos el mundo. Eso me ayudará a seguir en contacto con la gente que me dejo por allá. Pero mi próxima aventura está aquí ahora. Y empieza ya.

No digo besos, ya, al despedirme hoy: sólo un abrazo de agradecimiento a ti, lector, uno sincero.
Hasta la próxima.

sábado, 11 de junio de 2011

La cuenta atrás

Hola.

Ha empezado la cuenta atrás. Ayer saqué ya las maletas y las abrí. Sólo he puesto un par de cosas dentro, pero ha sido suficiente para darme cuenta del problema que tengo por delante: no me cabe la mitad de lo que tengo.


Vacié la mesa larga que tengo y puse carteles para tres categorías: lo que voy a regalar, lo que está dudoso y esperará al final, y lo que me llevo fijo. En este último grupo estoy poniendo sobre todo los libros, papeles y cds que meteré en cajas y enviaré por correo. Y otras cosas las voy tirando directamente a la papelera.


Es cuestión de ponerse a ratos grandes, e ir organizándose. Me las apañaré. Siempre lo hago. No hay más remedio.


Otro tema que tengo ahora entre manos es deshacerme de los muebles y demás trastos de la casa. Envié un email a todo el personal del colegio diciendo que lo regalaba todo, y puse una lista de lo que tenía. Sé que podría haberlo vendido barato, pero yo lo que quiero es que se lo lleven, y ésta creo que es la forma más rápida y de menos lío. Y me costó todo tan poquito que no vale la pena. Lo primero que se llevaron, curiosamente, fue la mayoría de las plantas. Me alegró que se las llevaran por iniciativa propia, que no las adjudicara yo a nadie, porque así seguro que las cuidan porque las quieren de verdad.


El caso es que la respuesta al email fue increíble. Ya se llevaron algunas cosas, como digo, pero es lo menos. Algunos nombres los tengo apuntados para cosas que quieren llevarse pero voy a seguir usando hasta el final. El último viernes de clase les diré que se vengan a por ello. Y luego siempre hay casos en los que te dicen que algo les interesa, pero luego por varios motivos no se lo pueden llevar. Me da miedo que al final se quede ahí. A ver qué pasa.


Tengo los días completos hasta el final. La semana que viene hay que poner las notas y aún tengo bastante que corregir. Será una semana cansada, pero al menos tendremos la última para aprovechar y empezar a limpiar y meter todo en cajas. Que ésa es otra. El aula también hay que dejarla completamente despejada: todo quitado de las paredes, todo (y digo todo) metido en cajas, etiquetarlas, devolver ordenadores y demás equipos informáticos, entregar llaves, y adiós muy buenas.


Y aparte de eso, Elvira quiere que vaya a comer a su casa un día; Georgy dice que me quiere llevar a pescar una vez más antes de que me vaya, pero no sé si encontraremos el momento...; Bridget, una compañera, ya ha mandado las invitaciones para celebrar una barbacoa de despedida para mí en su casa; Carlos ya ha organizado para el domingo que viene uno de esos encuentros culinarios nuestros en el apartamento al que acaba de mudarse, y el sábado iremos a tirarnos en tirolina... Como digo, un calendario muy completo.


A mis alumnos ya les estoy explicando que el año que viene dejarán de tener clases de español. Aunque algunos se alegran porque no deja de ser librarse de una clase más, en el fondo muchos están tristes. Todas las clases tienen curiosidad por saber qué será de mí, y entonces les cuento que me vuelvo a España, y que allí doy clase de inglés. Les resulta muy curioso y entonces se les ocurren mil preguntas que hacerme, y acabamos dando una clase improvisada de geografía y cultura general. Algunos quieren escribirme tarjetas y hacerme una fiesta sorpresa.


He aprendido mucho dando clase a niños de estas edades, aunque creo que no he cambiado en que me siguen gustando más mayores. Pero he aprendido a querer a estos niños. Los echaré de menos también.


Y mientras tanto, en mi tiempo de ocio, pues sigo aprovechando el tiempo lo más que puedo:


Este sábado y el anterior he estado en un curso organizado por el departamento de educación del consulado español, en el que nos hablan de cómo introducir la cultura en las clases de idiomas. Es interesante, y te dan muchas ideas prácticas para actividades que se pueden hacer en el aula, y al final el ambiente es muy bueno porque te haces amiga de todos. Son gratis, aprendes cosas nuevas y lo pasas bien. Me encantan.


En el apartado deportivo, el sábado pasado estuve en el estadio Gillette viendo a la selección española de fútbol jugar contra la americana. Les dimos una paliza a los pobres. Fue superdivertido. Fui en el tren por mi cuenta, por eso de que tenía el curso por la mañana. El ambiente era espectacular ya allí, porque parecía que estábamos en España. Los americanos eran los menos. Y un grupo de españoles iba cantando canciones y animando a lo Pepe Reina.

Fue divertido. Y luego el partido en sí, pues genial. Fui con Carlos y sus padres, que están de visita, Angélica y su hijo mayor, y Mireia y su marido. Me puse una camiseta roja y un pañuelo amarillo, la bandera de mi clase colgada al cuello a lo Supermán, y unas banderas pintadas en las mejillas. Vamos, lista para la ocasión.





La verdad es que he podido disfrutar de partidos y juegos profesionales de todos los deportes más importantes por aquí, aparte solamente del fútbol americano, aunque dicen que es bastante aburrido (doy fe porque intenté seguir un partido de la famosa Superbowl por la tele y era intragable). En cualquier caso, sí conocí a un jugador de los Patriots, el equipo local, porque vino a hablar a los niños de cuarto de mi colegio, y estaban todos encantados. (Yo también).



El miércoles tuvimos a los bomberos en el edificio. Mi vecino se quedó dormido con la tele en marcha y algo en el fuego. Olía a quemado y había humo en todo el pasillo. Al principio, al notar el olor, pensé que él mismo se habría dado cuenta enseguida. Y ya no presté más atención. Un par de horas más tarde, mis vecinos llamaban a la puerta y entre todos comentábamos que habría pasado y pensábamos qué debíamos hacer porque el hombre no respondía al teléfono ni a los golpes a su puerta. Finalmente se despertó y abrió la puerta, pero para entonces los bomberos ya habían llegado.




Hoy han bajado las temperaturas, pero ya hace un par de semanas que está haciendo calor, por fin, y como la casa se ha calentado ya estoy hasta con el aire acondicionado en marcha continuamente. Es increíble cómo cambia la temperatura tan rápido. Pese a todo, el otro día hubo aviso de tornados en Massachusetts y nos asustaron un poco. La verdad es que sí afectó a la parte oeste del estado, pero gracias a Dios no llegó por aquí. Pero el cielo se notaba distinto.


Otra novedad para que no me falte nada por ver antes de irme.


En fin, ya veis que tengo mucho vivido. Y las dos semanas que me quedan aún habrá más que contar. Pero estoy escribiendo los últimos capítulos de mi libro. Un libro con nombre erróneo: dos años en Massachusetts, no uno. Y vaya dos años. Hoy he comprado algunos regalitos para la gente que me dejo aquí, y al llegar a casa he escrito un par de dedicatorias, sobre todo una a Carlos que ha sido tan buen amigo y tanto ha hecho por mí este segundo año. Cada vez que la leo me pongo a llorar de pena.


Pero es sólo la nostalgia del momento. Conste que estoy contenta de volver.

Bueno, mañana volveré a enfrentarme a la difícil tarea de hacer las maletas. Por hoy ya he hecho bastante. Buenas noches.


¡Ah! ¿Os conté que me corté el pelo?


Y como nota curiosa, dos señores que se trajeron sus sillitas para esperar al tren... :)




martes, 17 de mayo de 2011

Visitas II

Bueno, pues recién publicada la anterior entrada, me pongo a contaros lo siguiente que ha estado pasando estas semanas para ponerme al día con el blog. Veamos:


Gustavo y Carmina llegaron a Boston el Jueves Santo, para quedarse conmigo visitando la ciudad hasta el domingo. La llegada fue catastrófica, he de confesar. Menos mal que nos encontramos en la estación de autobuses sin problema, porque todo lo demás parecía salir mal: el autobús en el que llegaban de Nueva York, se retrasó, con lo que era demasiado tarde para coger el tren de Boston a Lowell y nos vimos obligados a alquilar un coche. Para ir desde la estación de autobuses al aeropuerto, donde debíamos recoger nuestro coche, había que coger el metro. (Supongo que un taxi habría sido más inteligente, pero estoy tan acostumbrada a usar el transporte público que ni se me ocurrió). Pero era tan tarde, que las líneas de metro estaban dejando de funcionar también. Pasamos unos veinte minutos dentro de un vagón, parados, esperando que llegara otra línea desde la que hacer un transbordo. Cuando finalmente llegamos al aeropuerto y cogimos el coche, el gps que yo llevaba no funcionaba y tuvimos que parar y preguntar a un par de personas hasta encontrar el camino de vuelta a casa. Y gracias a que yo llevaba la ruta también explicada en un papel que saqué de google maps, pareció que llegaríamos a salvo. En fin, la aventura no había terminado, porque yo me salté una de las salidas cuando ya estábamos cerca, y tuvimos que volver a parar a preguntar cómo llegar al centro de Lowell. Teniendo en cuenta que todo esto pasaba de madrugada, a oscuras, cansados y casi sin gente a la que preguntar, llegar a casa a las 4 de la mañana fue un milagro. Pero llegamos, y gracias a Dios ya todo a partir de ahí fue bien.


Con nuestro coche:


El viernes lo dedicamos entero a Boston, a recorrer la ciudad.


La primavera ha llegado, hay montones de puestos con flores de todos los colores, y se te van los ojos...





Pasamos por un mercadillo (Haymarket) donde encontramos hasta almendras tiernas!!!! Me compré una bolsita y me hice una foto y todo.

Eran muy pequeñas, pero estaban ricas. Quién me lo iba a decir a mí. Eran del Líbano.


Paseamos por los parques del Boston Common, y por la explanada que da al río Charles, e hicimos un picnic:

Fuimos a la plaza de Copley, vimos la biblioteca pública por dentro:

Paseamos por la piscina reflectante, cruzamos el Prudential y nos tomamos algo en una cafetería, y no sé qué otras cosas más.


El sábado nos salió lloviendo, y se pasó así casi todo el día, así que fastidió bastante. Aun así, aprovechamos para visitar mi colegio, que creo que les gustó.


En Boston, comimos de lo que compramos en los puestecitos del Quincy Market,

y después fuimos a Cambridge, recorrimos la zona de Harvard,


y visitamos el Museo de Historia Natural de la universidad. Fue bastante interesante. Abajo, una foto de flores de cristal (literalmente) que un profesor elaboraba para poder mostrar a sus alumnos cómo eran las flores sin que éstas se marchitaran cada vez.


Mónica nos acompañó un par de horas. Cuando paró de llover paseamos un poco más viendo algunas cosas que nos habían quedado pendientes, y ya volvimos hacia la estación para coger el tren. Preguntamos a cómo vendían las entradas en la reventa para el partido de los Bruins (hockey) de esa noche, pero eran demasiado caras.

Y el domingo paseamos por Lowell, por las calles del centro que son consideradas un parque nacional urbano, paseamos junto al río Merrimack, y fuimos al centro de información...



Y de allí ya con las maletas, hacia Boston de nuevo para volver en autobús a Nueva York. Se me hizo un nudo en la garganta al despedirlos. Fue breve, pero estuvimos a gusto.


Y el lunes ya a trabajar duro. No han sido unas semanas fáciles, puesto que era justo después de conocer la noticia de quiénes se van y quiénes se quedan. Pero hay que seguir trabajando, y sobre todo por los niños, que no tienen nada que ver con todo esto.


Me he dado el mes de mayo de límite para intentar encontrar otro trabajo. Ya sólo me quedan dos semanas. Si no sale nada, en junio empiezo a planificar el regreso. He tenido un par de entrevistas por teléfono, pero sin fruto, y nada más. La directora me hizo una carta de recomendación muy buena, pero aún no he tenido ocasión de usarla. Supongo que no estoy poniendo demasiado empeño. A lo mejor es síntoma de que en el fondo ya me apetece volver. Estaba convencida de que no, que quería hacer ese año de más que tenía de visado; pero al ver lo de mi regreso como un factor muy probable e inevitable, me mentalicé, no sé si demasiado, y se me quitaron las ganas de luchar por quedarme.


En el colegio todo va bien. Sin novedad. Mis alumnos de quinto recibieron sus cartas del intercambio de los niños del colegio de Ibi. (En la foto de arriba donde salgo con Carmina por los pasillos del colegio, llevo el sobre en la mano, que acababa de recibir). Estaban superilusionados. Recibieron tres cada uno. Algunas con fotos y muy decoradas. El día que las entregué y dedicamos la clase a leerlas fue como una fiesta, cada uno leyendo las suyas, y enseñándoselas a los demás. Ahora vamos a contestarles. A ver qué tal sale la segunda. Les dije que mi sobrina era una de las de la clase con las que nos escribíamos, y bromeamos con ese tema. Uno me preguntó si podía escribir a otro que no fuera el que le había tocado (porque quería escribirle a ella), y yo le dije que si contestaba a sus tres penpals, luego podía escribir a quien quisiera. Pero ya veremos en qué acaba el tema. El jueves nos dedicaremos a esto.


No está haciendo un tiempo muy bueno, la verdad. Llueve mucho. Pero claro, es primavera. En cualquier caso, el otro día, la temperatura era un poco más alta, y yo me puse un top sin mangas. Un niño negrito de prescolar me vio los brazos y me preguntó que por qué tenía tantos puntos. No sabía lo que eran las pecas...


El sábado pasado estuvimos trabajando en el colegio porque había que recuperar uno de los días de clase que se cancelaron por nieve. Menos mal que se hizo ligero. Todos los cursos habían preparado actividades lúdicas con el objetivo de repasar los temas de matemáticas del examen que tenían esta semana. El ambiente era relajado y lo pasamos bien. Además, puede que al final corten las clases el 24, y no el 29 como se pensaba. Sería maravilloso. A ver qué pasa.


Y mientras tanto, como yo tengo en mente que a lo mejor ya me voy para no volver, intento aprovechar para no dejarme nada importante pendiente.


-Un sábado estuve visitando una iglesia muy grande que hay en Boston que llaman de la Ciencia Cristiana, o algo así. Hacen tours gratuitos y fue muy curioso escuchar la historia de cómo nació. Nada que ver con la Cienciología de Tom Cruise.

También visité la biblioteca y museo sobre JFK que hay en la Universidad de Massachusetts:

Otro día, sencillamente, estuve paseando por las calles de la ciudad. Me encantó caminar sabiendo por dónde iba, disfrutando de la belleza de Boston en primavera, recorriendo una ciudad preciosa, asequible, culta, y con mucha historia.





Este sábado próximo toca visitar el Museo de Bellas Artes, que aún no he visto.


-Ya me he comprado una camiseta que pone “Boston”, y he conseguido una bolsa que pone “Lowell”, así que en ese sentido también estoy servida. (A la salida del colegio un día vi a una chica en una esquina con esa bolsa, y sin conocerla de nada me paré y le pregunté que dónde podía conseguir una como ésa, y me dio su tarjeta porque trabaja en el departamento que organiza eventos para promover la cultura y el ocio en el pueblo, y me dijo que me pasara por allí y me darían una. Y allí que me presenté ayer. Je, je.)


-Celebré mi santo invitando a un par de amigos a pastelitos deliciosos y algo de beber, y acabé hasta comprándome un vestido. Fue un día muy agradable.


-También estuve hace poco de paella de marisco con amigos españoles en Boston, y comiendo pan con tomate y jamón (o algo muy parecido).

Así que como veis, aburrirme no me aburro.

Bueno, veo que me he alargado mucho esta vez, así que corto el rollo de momento.

See you soon!