Escribo la que va a ser probablemente mi última entrada. Mi experiencia americana ha terminado. No sé si usaré este blog en el futuro como diario de otras experiencias viajeras. De momento, os cuento cómo ha terminado esto:
Mi agenda las últimas dos semanas era completísima. En clase, acabé muy tarde casi todos los días poniendo notas y recogiendo. Nos dieron tres cajas a cada profesor para meter todo, pero con eso no teníamos ni para empezar. Ya sabéis que hemos de quitar todo de las paredes, vaciar los estantes, guardar absolutamente todo, porque durante el verano hacen una limpieza profunda de todo. Y además en el caso del departamento de idiomas, porque todo van a archivarlo ya que no se van a seguir enseñando, al menos por el momento.
Acabé llenando 11 cajas grandes de plástico y otras de cartón más pequeñas. El viernes 24 fue el último día de clase, y como suele pasar, no se dio clase sino que los alumnos tenían fiestas en las clases, iban por ahí despidiéndose de todos, limpiando sus propias mesas... Mientras, yo acababa de limpiar todo. El mismo viernes me lo dejé todo zanjado.
Varios alumnos de quinto, que tienen sus aulas muy cerca de la mía, pasaron a despedirse. Estaban todos muy emocionados. No olvidaré a uno que me dio un abrazo que me dejó una lágrima en el brazo.
Los profesores tuvimos nuestra “despedida” el miércoles. Estábamos reunidos y como somos muchos los que nos vamos, nuestro supervisor nos iba nombrando a cada uno y dirigiéndonos unas palabras. Y ahí sí me emocioné yo. Tenía mil lágrimas contenidas, y silenciosamente saqué algunas fuera. Mi supervisor me dijo luego que nunca había llorado en público, pero que al verme allí sentada y tener que hablar de mí, yo casi consigo que lo haga.
En fin, nos fuimos de vacaciones, entregué la llave, y dije adiós.
Los profesores tuvimos nuestra “despedida” el miércoles. Estábamos reunidos y como somos muchos los que nos vamos, nuestro supervisor nos iba nombrando a cada uno y dirigiéndonos unas palabras. Y ahí sí me emocioné yo. Tenía mil lágrimas contenidas, y silenciosamente saqué algunas fuera. Mi supervisor me dijo luego que nunca había llorado en público, pero que al verme allí sentada y tener que hablar de mí, yo casi consigo que lo haga.
En fin, nos fuimos de vacaciones, entregué la llave, y dije adiós.
El último sábado, aproveché para visitar la casa donde había nacido JFK, que aún no había visto y estaba en mi lista.
La de abajo es otra casa que está muy cerquita, donde vivió la familia años después.
El domingo tuve mi barbacoa de despedida que organizó para mí una compañera del colegio, una chica excepcional, gran profesora y con una gran personalidad, con carácter, como a mí me gustan, pero con corazón. En fin, acudieron pocos (hubo gente a la que le surgieron complicaciones), pero nos hizo un día perfecto y lo pasamos muy bien.
Bridget, la anfitriona, preparando todo:
Compañeras del colegio:
La representación hispana:
Pero empecé el día ya bien temprano tirándome en paracaídas. Fue una experiencia chulísima, y fuerte, fuerte. Estuve muy tranquila en todos los preparativos, hasta que la avioneta abrió la puerta estando ya a la altura prevista (5000 metros, creo), y saltó la primera chica. ¡Qué terror! Luego iba yo. Iba a tirarme al vacío, desde el cielo hacia la tierra, que estaba ahí abajo. Y me tiré. Grité un poquito, creo. Tenía que encorvarme hacia arriba, pero no podía: yo sólo miraba al suelo, a donde estaba cayendo. Cuando ya llevábamos un rato cayendo, reaccioné, y me acordé de que tenía a una señora enfrente tomándome fotos y haciéndome un vídeo, y que me había dicho que mandara besos y que mostrara el pulgar hacia arriba sonriendo. Y empecé a obedecer y a seguir las instrucciones. Y ya me calmé. Era caída libre, a gran velocidad.
Hasta que llegó el momento de abrir el paracaídas. Y ahí pegamos una fuerte frenada, y seguimos cayendo tan y tan despacito, que parecía que estábamos quietos. Y había un silencio y una paz espectacular. Me aparté las gafas protectoras y estuvimos hablando, y el chico me dejó guiar el paracaídas un ratito. Pasamos por dentro de una nube que tenía un arcoiris redondito. Y finalmente aterrizamos.
Objetivo cumplido. Era una de mis ilusiones de adolescente, yo creo, y por fin la hice.
¡¡Ésa soy yo!!:
En el piso, también los últimos días, vinieron unas pocas personas a llevarse cosas, y ahí sí me lo vaciaron. Sobre todo una, que metía cosas en las bolsas de basura grandes desesperada, casi sin mirar. Aun así, di otras cosas a otros amigos en los días sucesivos. Es increíble lo que se acumula en una casa en dos años. Pese a todo lo que regalé, las bolsas de basura que tiré, etc., el jueves, ayer, antes de salir, aún llené tres bolsas con ropa para donar, envié otra caja a casa, y me llevé tropecientas maletas hacia el aeropuerto.
Abajo, unas pocas personas en unos minutos ¡¡me vaciaron el piso!!
Y ya vacío... poco antes de cerrar las maletas e irme.
Pero bueno, el caso es que he conseguido llegar con todo lo que quería. En el aeropuerto tuve algo de lío con las maletas tan pesadas, pero por no mucho dinero conseguí enviarlo. Ahora estoy en el aeropuerto de Madrid, y sigo cruzando los dedos porque espero que me lleguen sanas y salvas.
El martes Georgy se quiso despedir de mí llevándome de pesca, como cuando les acompañé al principio de mi estancia aquí, cuando aún vivía con Elvira. Esta vez íbamos en un barco que se reserva exclusivamente para ir a pescar, y te llevan bien adentro y van parando en varios puntos y se va probando suerte. Nos dan ellos mismos la caña de pescar, la carnaza para que piquen los peces, el cubo para lo que se pesca, y todo. Fue divertido. Me dio mucho el sol. :( Al final logré pescar uno que era lo suficientemente grande como para podérnoslo quedar. :) Todo esto nos llevó el día entero, porque el barco salía desde Cape Cod, y hasta allí hay un trecho. Georgy conducía un descapotable que le regaló Elvira para agradecerle todos los trabajitos que éste les había hecho en la casa. Así que iba yo como una señora, en descapotable, y todo el día a gastos pagados. Lo pasamos muy bien.
Nuestra recompensa: yo pesqué el negro.
El martes Georgy se quiso despedir de mí llevándome de pesca, como cuando les acompañé al principio de mi estancia aquí, cuando aún vivía con Elvira. Esta vez íbamos en un barco que se reserva exclusivamente para ir a pescar, y te llevan bien adentro y van parando en varios puntos y se va probando suerte. Nos dan ellos mismos la caña de pescar, la carnaza para que piquen los peces, el cubo para lo que se pesca, y todo. Fue divertido. Me dio mucho el sol. :( Al final logré pescar uno que era lo suficientemente grande como para podérnoslo quedar. :) Todo esto nos llevó el día entero, porque el barco salía desde Cape Cod, y hasta allí hay un trecho. Georgy conducía un descapotable que le regaló Elvira para agradecerle todos los trabajitos que éste les había hecho en la casa. Así que iba yo como una señora, en descapotable, y todo el día a gastos pagados. Lo pasamos muy bien.
Nuestra recompensa: yo pesqué el negro.
El miércoles les tocó el turno a Jeff, el informático, y a Elvira, que me quisieron llevar a comer y cenar respectivamente, también para despedirse de mí. Así que pese a que eran los últimos días y pensaba yo que me alimentaría de las sobras por casa, la verdad es que estuve muy bien cuidada.
El jueves es cuando terminé de cerrar las maletas, limpiar el piso, dejar las bolsas listas con lo que regalaba de ropa, enviar la caja de ropa que no me cabía en las maletas, y escanear algún tocho de papeles más para no tener que arrastrarlos, pero no perder la información tampoco. A las 5, cuando salimos hacia el aeropuerto, estaba muerta. Pero me lo había dejado todo hecho. No es fácil dejarse vacía por completo una casa en la que se ha vivido tanto, y así de golpe. Pero me voy tranquila de no haberme dejado nada a medias.
Y así acaba todo... Ahora llegaré a casa y tendré que ponerme rápidamente al día dándome de alta otra vez aquí, y ya tengo un par de reuniones previstas en los próximos días.
No lloré al irme. Tuve tanto tiempo para hacerme a la idea, y estaba ya convencida de que era lo mejor, que lo tenía muy asumido. Claro que he tenido mis momentos, como el del cole que os comentaba, o alguno en privado, pero lo he llevado bastante bien.
Eso sí: voy a echar muchas, muchas cosas de menos.
Os adjunto mi última lista, una de tantas a las que os tengo acostumbrados. Ésta es igual que la escribí al principio del blog, pero al revés. Como en todas, el orden es aleatorio.
Voy a echar de menos:
-A mis amigos, grandes amigos, que me costó encontrar pero que han sido muchos y muy variados. Es muy duro pensar que gente que ha sido tan importante para mí y que me ha ayudado tanto, con los que he hecho tantas actividades, puede que no la vuelva a ver más...
Aquí los amigos son la familia, porque todos estamos medio huérfanos, teniendo a la familia de verdad tan lejos: son nuestros contactos en caso de emergencia, son a los que llamamos cuando estamos tristes, son con los que nos juntamos el día de la madre...
-Boston. Una ciudad pequeña y asequible en tamaño, pero grande por bonita y por la cantidad de cosas que pasan en ella, porque con tantas universidades, el nivel cultural de la gente con la que tratas, es inevitablemente de calidad.
Aunque no viví en Boston, la disfruté casi todos los fines de semana, sola o acompañada: las tortilladas en la explanada junto al río, los paseos por esas calles con casas antiguas y llenas de árboles, los parques, la estación de tren, que es como mi segunda casa, los deportes...
-Lowell, mi pueblo, con su río por donde paseé alguna vez, su gente amable, su biblioteca estupenda, el banco justo enfrente de mi piso, abierto hasta los domingos, algunos buenos restaurantes, ...
-Encontrar absolutamente de todo en los supermercados (excepto lomo y jamón del bueno).
-Hablar en inglés, escuchar hablar en inglés, estar rodeada del idioma inglés. Como hay muchos hispanos y españoles por aquí, hablaba mucho en español y no echaba mi lengua de menos, pero las dos se manejaban continuamente a la par. Es genial. Era como el valenciano y el castellano en Ibi: estás hablando con dos personas, y si miras a una usas un idioma, pero te giras y con la otra hablas en el otro.
-La televisión y el cine en inglés. Bueno, en versión original más bien. Ahora voy a tener que ver a los actores americanos moviendo los labios de una manera, y hablando en español de otra. Voy a echar de menos ciertos programas.
-Los abrazos de los niños y de los amigos. Me han abrazado más que en toda mi vida. Sobre todo los pequeños. A los mayores el colegio no lo aprueba, aunque ya os he contado lo del viernes que se despedían, que no lo podían evitar. Pese a la conciencia que hay aquí respecto del contacto físico, los abrazos son comunes entre gente con la que tienes confianza. Nuestros “dos besos” son artificiales, es un contacto superficial. Un abrazo me gusta más. Es auténtico y más sentido, porque no se da automáticamente por ver a alguien por la calle, sino cuando hace falta.
-A mucha gente que he conocido y que ha formado parte de mi vida estos años. He perdido la cuenta de los que me han dicho que me echarán de menos: Dean, el que se encargaba de controlar el tráfico todas las mañanas que al saludarlo me ponía al día del tiempo de la semana; Lourdes, la mujer de la limpieza que cuando veía que me salía a las 5 de la clase aplaudía y me decía “¡¡¡Bien!!! ¡¡Hoy se va temprano!!”; mi vecino Bobby, que me ayudó a introducirme en Lowell invitándome a sus fiestas; ...
-Los piropos: la gente los dice con mucha facilidad. "Me gusta tu falda", "me gustan tus pendientes". De hecho, enseñan a los niños a que los digan: si algo les llama la atención, que no se queden mirando sin más, que digan en voz alta que les ha gustado. Y a todo el mundo le gusta oír cosas que a los demás les gustan de ti. Te hace sonreír. Y yo me he acostumbrado a decirlo de otros.
El jueves es cuando terminé de cerrar las maletas, limpiar el piso, dejar las bolsas listas con lo que regalaba de ropa, enviar la caja de ropa que no me cabía en las maletas, y escanear algún tocho de papeles más para no tener que arrastrarlos, pero no perder la información tampoco. A las 5, cuando salimos hacia el aeropuerto, estaba muerta. Pero me lo había dejado todo hecho. No es fácil dejarse vacía por completo una casa en la que se ha vivido tanto, y así de golpe. Pero me voy tranquila de no haberme dejado nada a medias.
Y así acaba todo... Ahora llegaré a casa y tendré que ponerme rápidamente al día dándome de alta otra vez aquí, y ya tengo un par de reuniones previstas en los próximos días.
No lloré al irme. Tuve tanto tiempo para hacerme a la idea, y estaba ya convencida de que era lo mejor, que lo tenía muy asumido. Claro que he tenido mis momentos, como el del cole que os comentaba, o alguno en privado, pero lo he llevado bastante bien.
Eso sí: voy a echar muchas, muchas cosas de menos.
Os adjunto mi última lista, una de tantas a las que os tengo acostumbrados. Ésta es igual que la escribí al principio del blog, pero al revés. Como en todas, el orden es aleatorio.
Voy a echar de menos:
-A mis amigos, grandes amigos, que me costó encontrar pero que han sido muchos y muy variados. Es muy duro pensar que gente que ha sido tan importante para mí y que me ha ayudado tanto, con los que he hecho tantas actividades, puede que no la vuelva a ver más...
Aquí los amigos son la familia, porque todos estamos medio huérfanos, teniendo a la familia de verdad tan lejos: son nuestros contactos en caso de emergencia, son a los que llamamos cuando estamos tristes, son con los que nos juntamos el día de la madre...
-Boston. Una ciudad pequeña y asequible en tamaño, pero grande por bonita y por la cantidad de cosas que pasan en ella, porque con tantas universidades, el nivel cultural de la gente con la que tratas, es inevitablemente de calidad.
Aunque no viví en Boston, la disfruté casi todos los fines de semana, sola o acompañada: las tortilladas en la explanada junto al río, los paseos por esas calles con casas antiguas y llenas de árboles, los parques, la estación de tren, que es como mi segunda casa, los deportes...
-Lowell, mi pueblo, con su río por donde paseé alguna vez, su gente amable, su biblioteca estupenda, el banco justo enfrente de mi piso, abierto hasta los domingos, algunos buenos restaurantes, ...
-Encontrar absolutamente de todo en los supermercados (excepto lomo y jamón del bueno).
-Hablar en inglés, escuchar hablar en inglés, estar rodeada del idioma inglés. Como hay muchos hispanos y españoles por aquí, hablaba mucho en español y no echaba mi lengua de menos, pero las dos se manejaban continuamente a la par. Es genial. Era como el valenciano y el castellano en Ibi: estás hablando con dos personas, y si miras a una usas un idioma, pero te giras y con la otra hablas en el otro.
-La televisión y el cine en inglés. Bueno, en versión original más bien. Ahora voy a tener que ver a los actores americanos moviendo los labios de una manera, y hablando en español de otra. Voy a echar de menos ciertos programas.
-Los abrazos de los niños y de los amigos. Me han abrazado más que en toda mi vida. Sobre todo los pequeños. A los mayores el colegio no lo aprueba, aunque ya os he contado lo del viernes que se despedían, que no lo podían evitar. Pese a la conciencia que hay aquí respecto del contacto físico, los abrazos son comunes entre gente con la que tienes confianza. Nuestros “dos besos” son artificiales, es un contacto superficial. Un abrazo me gusta más. Es auténtico y más sentido, porque no se da automáticamente por ver a alguien por la calle, sino cuando hace falta.
-A mucha gente que he conocido y que ha formado parte de mi vida estos años. He perdido la cuenta de los que me han dicho que me echarán de menos: Dean, el que se encargaba de controlar el tráfico todas las mañanas que al saludarlo me ponía al día del tiempo de la semana; Lourdes, la mujer de la limpieza que cuando veía que me salía a las 5 de la clase aplaudía y me decía “¡¡¡Bien!!! ¡¡Hoy se va temprano!!”; mi vecino Bobby, que me ayudó a introducirme en Lowell invitándome a sus fiestas; ...
-Los piropos: la gente los dice con mucha facilidad. "Me gusta tu falda", "me gustan tus pendientes". De hecho, enseñan a los niños a que los digan: si algo les llama la atención, que no se queden mirando sin más, que digan en voz alta que les ha gustado. Y a todo el mundo le gusta oír cosas que a los demás les gustan de ti. Te hace sonreír. Y yo me he acostumbrado a decirlo de otros.
-La limpieza de los baños públicos. Que haya papel siempre, y una percha donde dejar el bolso. Espejos, agua caliente y máquinas rápidas que te secan las manos.
-Mi aula, con mi ordenador para mí sola (no cuatro para todo el colegio entero como en las salas de profesores en los institutos de aquí), mi bandera de España, mi pegatina de España sobre el ordenador, mi foto de familia sobre la mesa, mi proyector de transparencias y cañón para mí sola preparado para cualquier ocasión en que quiera mostrar algo a mis alumnos, mi súperpizarra blanca magnética, el dinero que se nos adjudica para comprar material para trabajar con los niños...
-El compañerismo que tuve con Ana: compartimos materiales, ideas y críticas constructivas para nuestras clases, aparte de una buena y sincera amistad. Y a Jeff, que me ha ayudado tanto en todos mis problemillas informáticos.
-La diversidad: encontrar gente de todos los colores, orígenes, idiomas maternos, aspectos, culturas, religiones, etc., conviviendo de manera tan natural. He tenido alumnos americanos, indios, africanos, chinos, hispanos de varios países... Y compañeros igual. Uno ya no se da ni cuenta del color de la piel del que le está hablando, eres totalmente inconsciente de ese detalle...
-Mi aula, con mi ordenador para mí sola (no cuatro para todo el colegio entero como en las salas de profesores en los institutos de aquí), mi bandera de España, mi pegatina de España sobre el ordenador, mi foto de familia sobre la mesa, mi proyector de transparencias y cañón para mí sola preparado para cualquier ocasión en que quiera mostrar algo a mis alumnos, mi súperpizarra blanca magnética, el dinero que se nos adjudica para comprar material para trabajar con los niños...
-El compañerismo que tuve con Ana: compartimos materiales, ideas y críticas constructivas para nuestras clases, aparte de una buena y sincera amistad. Y a Jeff, que me ha ayudado tanto en todos mis problemillas informáticos.
-La diversidad: encontrar gente de todos los colores, orígenes, idiomas maternos, aspectos, culturas, religiones, etc., conviviendo de manera tan natural. He tenido alumnos americanos, indios, africanos, chinos, hispanos de varios países... Y compañeros igual. Uno ya no se da ni cuenta del color de la piel del que le está hablando, eres totalmente inconsciente de ese detalle...
-Los cursos y seminarios de calidad que eran gratis o pagaba el colegio comprometidos por nuestra formación, en los que aprendí tantas técnicas e ideas prácticas para trabajar y poner en práctica enseguida con los niños.
-La calefacción y el aire acondicionado en todas partes. En los institutos de España he pasado un frío terrible. Aquí no. Tenía un termostato para controlar la temperatura perfecta a la que quería mi aula. Puede que haga frío en la calle: te abrigas para salir y ya está. Desde el momento en que entras a un edificio, se está de maravilla. Y en verano igual con el aire acondicionado.
-Netflix: un sistema fantástico para ver películas por poco dinero al mes.
-La vida activa que llevaba, haciendo actividades de todo tipo, con gente diferente...
-Mi iglesia, y algunos de los himnos que cantábamos, o uno de los curas que empezaba los sermones con alguna historia que nos hacía reír.
-Mi piso, ¿por qué no?, aunque vuelvo a otro estupendo también, pero con una cocina mucho más chiquitita. La cocina que tenía éste era genial. Todos los que venían a mi casa decían el lugar tan estupendo que era. No me faltó de nada.
Claro que no lo idealizo. Nada es perfecto y hay cosas que no echaré de menos. Pero son pocas, y no estoy aquí para contarlas. Me quedo con lo positivo.
Gracias por acompañarme en mi diario de vida de estos dos años. Espero que hayáis disfrutado, conmigo, de estas cosas que me han pasado. Yo lo hice, desde luego, contándolas, y me alegré de cada uno de vuestros comentarios. Me maravilla internet y cómo es capaz de acercarnos el mundo. Eso me ayudará a seguir en contacto con la gente que me dejo por allá. Pero mi próxima aventura está aquí ahora. Y empieza ya.
No digo besos, ya, al despedirme hoy: sólo un abrazo de agradecimiento a ti, lector, uno sincero.
Hasta la próxima.
-La vida activa que llevaba, haciendo actividades de todo tipo, con gente diferente...
-Mi iglesia, y algunos de los himnos que cantábamos, o uno de los curas que empezaba los sermones con alguna historia que nos hacía reír.
-Mi piso, ¿por qué no?, aunque vuelvo a otro estupendo también, pero con una cocina mucho más chiquitita. La cocina que tenía éste era genial. Todos los que venían a mi casa decían el lugar tan estupendo que era. No me faltó de nada.
Claro que no lo idealizo. Nada es perfecto y hay cosas que no echaré de menos. Pero son pocas, y no estoy aquí para contarlas. Me quedo con lo positivo.
Gracias por acompañarme en mi diario de vida de estos dos años. Espero que hayáis disfrutado, conmigo, de estas cosas que me han pasado. Yo lo hice, desde luego, contándolas, y me alegré de cada uno de vuestros comentarios. Me maravilla internet y cómo es capaz de acercarnos el mundo. Eso me ayudará a seguir en contacto con la gente que me dejo por allá. Pero mi próxima aventura está aquí ahora. Y empieza ya.
No digo besos, ya, al despedirme hoy: sólo un abrazo de agradecimiento a ti, lector, uno sincero.
Hasta la próxima.