jueves, 13 de enero de 2011

Nieve. Mucha nieve.

Después de una semana (y media?) intensa con la familia en España, varios aviones me trajeron de vuelta a Boston. Y a Lowell, concretamente, el tren un poco más tarde. Pronto regresa uno a la rutina a la que está acostumbrado. Tuve mucha pena al volver, sobre todo cuando ves la pena con la que dejas a los que quieres. Pero sé que es una pena temporal, que esto sólo es una etapa. Y como esta vez me llegó el lomito, pues no me voy a quejar.

Lo dicho, de vuelta a las clases: a cantar canciones como la del elefante que necesita un chupete gigante para dormir, o para los mayores la de Bisbal del mundial de fútbol con el vídeo de youtube; a aprender a conjugar verbos, nombrar las partes del cuerpo, o los animales de la selva; a hacer que los niños vuelvan a sus clases en una fila silenciosa diciéndoles que hagan como que se han metido una esponja (de las de chuchería, que aquí son muy populares) en la boca, y no pueden hablar, y vamos todo el camino con la boca hinchada; a estar controlando que todo vaya bien cuando los más pequeños toman el desayuno, o cuando los mayores toman la comida del mediodía, y cuando luego salen al patio, vigilar que no se suban al montón de nieve que ya es sólo hielo, de la nevada pasada. Todo eso. Lo de siempre. Hasta anteayer, porque llevamos dos días sin clase.

Ayer se pasó el día nevando. Ha sido la nevada más grande de mi vida, yo creo. Empezó a nevar la noche del martes al miércoles. Ya lo habían pronosticado así que, antes de que cayera un copo, habían anunciado el cierre de las escuelas de gran parte del estado. Y acertaron. El miércoles nos levantamos con el paisaje blanco, y siguió nevando todo el día, con mayor o menor intensidad.


Desayuno de un día de nieve (el jamón del fondo es un sucedáneo italiano, pero algo es algo...).


Yo salí a hacer alguna foto. Así que me preparé a conciencia:

Justo cuando salía, las máquinas quitanieves, tres en fila, pasaban por mi calle.

Los montones se van acumulando a los lados.

Casi no se aprecia, pero entre las barandas, hay un canal...

La nieve me llegaba a las rodillas.
Cuando nieva durante tanto rato, hay que salir varias veces al día a quitarla del portal.
El miércoles por la noche volvieron a avisar de que no habría clase el jueves tampoco. Hoy, jueves, el sol lucía, pero hacía frío y resultaba aún algo difícil moverse por las calles. El blanco de la nieve quedaba para los bordes de la calzada, donde las máquinas y las palas acumulaban los montones. Las calles ya estaban negras del asfalto otra vez. Ahora se camina por las aceras rodeado de paredes bajas de nieve a los lados.

Así que dos días sin clase. Pero estos días luego se recuperan, no os creáis. El último día de clase en junio depende de los días de nieve que haya habido antes…
Así se van formando los "pasillos de nieve":






Mientras tanto, uno pasa el frío como puede. El viernes por la noche el colegio organizó una cena-fiesta para todo el personal, para juntarnos de manera informal. Salió todo muy bien. Bueno, sobre todo para mí, que gané dos entradas para un partido de hockey de los Bruins en una rifa que hicieron al final de la noche. ¡Qué guay! Son entradas de 93 dólares cada una, en unos asientos súper-cerca de la pista. Pero el partido es en abril, así que habrá que guardarlos bien.

Y el sábado estuve en Worcester, al sur, en casa de una chica española, cenando unas pizzas y tomándonos un chocolatito con roscón de Reyes. Fue muy agradable. ¡Que no falte la tradición!







Y así va pasando el invierno. Aún se esperan más días de nieve. Pero como yo no tengo que conducir ni sacar la pala del porche para limpiar mi portal, sigo encantada. El encanto no dura mucho –las montañas de nieve se vuelven negras, molestan, se hacen hielo, uno se resbala…-, pero hoy Facebook estaba plagado de fotos que la gente ha hecho estos dos días. No podemos evitarlo: algo hay de mágico en ver caer los copos de nieve y que todo quede cubierto de blanco después.

Feliz 2011.
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Los vídeos no son muy buenos, pero ahí van:
1. Paisaje nevado.

2. La maquinita que despeja la nieve de las aceras y bordes para que podamos cruzar.

Los dos vídeos que pongo ahora los hice con la cámara en vertical, y por eso ahora salen de lado las imágenes. Sorry.

3. Por la calle, volviendo a casa.

4. El último tramo para llegar a casa. La señora que aparece brevemente al final es la eterna fumadora del portal. Siempre está ahí fuera sola, pasando frío. Qué pena da.